La Voz de Almeria

Tal como éramos

Aquella gran manzana que nos quitaron

Nos dejaron sin la playa del centro de la ciudad para trasladar allí el Club de Mar

La manzana lúdica de la ciudad con la playa de Las Almadrabillas y el polideportivo sindical del que podían disfrutar todos los almerienses.

La manzana lúdica de la ciudad con la playa de Las Almadrabillas y el polideportivo sindical del que podían disfrutar todos los almerienses.Eduardo D. Vicente

Eduardo de Vicente
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A la playa de Las Almadrabillas le llamábamos el Club Náutico desde que en los años de la posguerra levantaron sobre su arena aquel centro social donde iban los jóvenes de Falange a renovar su espíritu castrense frente al mar. Después, para adaptarse al devenir de los tiempos, que todo lo iban cambiando, el Club Náutico se quedó en un bar con una espléndida terraza y en un recinto donde los jóvenes organizaban bailes con orquesta los fines de semana.

El Club Náutico formaba parte de aquella inmensa playa que era la del centro de la ciudad, a la que generaciones de almerienses iban andando cargados con sus cestas con comida y sus garrafas de agua a celebrar el milagro de la vida en los domingos de verano. Aquella playa que iba desde el cargadero Inglés al Francés, nos pertenecía sentimentalmente; fue nuestra primera playa, donde nos enseñaron a nadar, donde nos fugábamos con los amigos de la vigilancia familiar en aquellas tardes de invierno donde la playa era un refugio solitario en el que podíamos fumar y saltarnos las normas sin que nadie nos viera.

Cuando queríamos jugar al fútbol y las pistas de la Rambla estaban ocupadas y no había un solar libre en toda la ciudad, siempre nos quedaba el consuelo de irnos a la playa que estaba tan cerca y con cuatro piedras y con los pies descalzos, correr detrás del balón. Era nuestra playa aunque la escritura la tuvieran otros, esos que un día decidieron que se había terminado la historia y que ya teníamos bastante los almerienses con las playas del Zapillo para saciar nuestra sed de mar y de sol. Así que nos dejaron sin Las Almadrabillas para montar sobre su arena el Club de Mar, al que le habían arrebatado su primer destino, allá por la carretera de Pescadería y había que buscarle una nueva ubicación.

Nos dejaron sin playa y sin otro consuelo que las viejas fotografías en blanco y negro donde los bañistas disfrutaban de aquel recinto sagrado teniendo como telón de fondo a los vagones del tren que cruzaban el puente de hierro cargado de mineral.

El Club Náutico y su playa formaban entonces una gran manzana donde en los años sesenta apareció en escena un parque deportivo que la Obra Sindical levantó para el disfrute de los almerienses que estaban tan huérfanos de instalaciones deportivas. Se trataba de un viejo proyecto que empezó a hacerse realidad el 12 de agosto de 1965, cuando en el despacho del entonces alcalde, don Guillermo Verdejo, fue firmada la escritura de cesión de los terrenos de la antigua fábrica de gas a la organización sindical para que construyera el ansiado parque deportivo.

El lugar elegido era el escenario perfecto, unos terrenos con más de diez mil metros cuatros de superficie entre la Avenida de Vivar Téllez (hoy Cabo de Gata) y la playa, en cuyo solar había estado funcionando un campo de fútbol de posguerra que fue conocido en la ciudad como ‘el campo del gas’. Como suele ocurrir en Almería, el proyecto se alargó más de lo previsto y las instalaciones tardaron cuatro años en estar terminadas. La obra estrella fue una pista polideportiva, un campo de fútbol de tierra y sobre todo, una piscina olímpica de cincuenta metros de longitud, provista de cabinas para vestuarios y de duchas.

Los almeriense de finales de los años sesenta disfrutábamos de aquel inmenso escenario que formaban la gran playa de Las Almadrabillas, el edificio y la terraza del Club Náutico y las instalaciones deportivas sindicales, en cuyo solar se encuentra hoy el club privado Ego. Además, el Ayuntamiento estiró la manzana hasta la otra acera de la Avenida de Vivar Téllez y montó en una de las naves municipales que formaban el Parque de Incendios, un gimnasio con su cuadrilátero correspondiente para la celebración de veladas de boxeo. De allí salieron grandes boxeadores que marcaron una época. Fueron los púgiles de la quinta de la Térmica Vieja, los que se refugiaron en aquel improvisado pabellón, frío y destartalado, en el que montaron un cuadrilátero donde a diario se entrenaban y donde los fines de semana organizaban sus combates.

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