La Voz de Almeria

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No eran aún las diez de la mañana y allí estaba como cada día, justo en el centro de la plaza, Sebastián Sendas o Maestro Posturas, como lo llaman sus conocidos.


Tuvo que haber un momento, que las estructuras genéticas de este hombre singular, reventarán como en un colapso y una célula exhibicionista se adueñara de su masa encefálica, devorara el tejido cerebral donde circula la cordura, la sensatez, el sentido del ridículo y todos esos mediocres atributos, que además de hacernos aceptables nos garantiza un sello de calidad, producto en serie sin defectos o algo parecido.


Su exhibicionismo no es grosero ni sucio. Sendas cree que el mundo es como una pasarela, por la que desfilar al hilo de sus ocurrencias, de sus impulsos extravagantes y del amor febril que él siente por sí mismo. Hace muchos años que lo observó, mi cafetería queda a unos pocos metros de su escenario. A su manera ha construido sobre el aire y unas pocas losas de la plaza, un teatro burlón en sesión continua, Maestro Posturas no falta a su cita y al compromiso con los incondicionales, que cada mañana acuden a su representación.


La primera vez que apareció venía con su abuela, la madre había muerto al nacer Sebastián y el padre recalo en Barcelona o en Holanda, nadie sabe donde está, aclaró la abuela, disculpando al nieto raro, que de una maleta enorme sacaba un disfraz de Superman con su capa y todo, para ir volando más que como un Superhéroe Americano como un bailarín del Bolshoi. El Hombre Araña lo bordaba, cuando se ponía a subir por las rejas del monasterio de los dominicos, el niño no molestaba a nadie y Doña Tadea, la abuela, era educada y dulce.


También fue modelo masculino de alta costura con trajes que él y la abuela cosían de patrones de revista de moda, con la tiza azul sobre el papel de cebolla. Maestro Posturas, posaba para un fotógrafo que no acababa de llegar, imitando a Alain Delon y hacia que la plaza tomará un aire elegante como si estuviéramos en Paris.


No ha faltado el vestuario hippie, el de todas las tribus urbanas según corrían los tiempos y los dictados de la moda, pero Sebastián fue ganando edad y perdiendo figura, ya no daba la talla de modelo juvenil. Así que cambio el registro, ahora que Doña Tadea se queda en casa, apenas podía moverse, ha empezado un tiempo nuevo, llegó la mímica, el teatro sin la palabra, la representación de las cosas de esta vida sin despegar los labios.


Ayer recuperó la vieja maleta, la traía llena de recortes de cartón, que representaba a gente esperando en una cola, puso aquellas figuras hechas con esmero uno detrás de otros, él se reservó un lugar. Hacía como si ojeara un periódico o rellenará un crucigrama, nunca hablaba con nadie y la fila seguía sin moverse un centímetro.


-Maestro Posturas, ¿qué quieres decir esta nueva obra?. Dije detrás de la barra.


-Ni yo mismo lo sé, pero creo que lo peor que puede suceder no es que pierdas el empleo, sino quedarse quieto e inmóvil como los figurantes de cartón.


- Eres un genio, puñetero. Ya lo entiendo no es lo mismo quedarte en paro que estar parado. Te invito a otro café.


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