El almeriense de los cien cargos
Fue José Sánchez Entrena, oriundo de Ubeda, uno de los hombres más poderosos de su tiempo: propietario de minas y salinas, alcalde, presidente del Círculo, del Puerto, de la Peña, de la Cámara Uvera, del Comercio y de la Liga Africanista

José Sánchez Entrena en su despacho de la Diputación Provincial en 1925.
José Sánchez Entrena -lo fue todo (o casi todo) en la Almería del Charlestón y la Gran Depresión- nació en la monumental Ubeda muchos años antes que el veterano cantante con voz de aguardiante; pero -como él y como uno de los mejores narradores españoles en la actualidad también nativo de ese pueblo- no se quedó allí; se le cruzó a Sánchez Entrena en el camino una almeriense, la hija de Rafael Martínez, un brioso fabricante de duelas para barriles uva. Y con ella -Adela Martínez Gómez- se casó en 1900, con ella se avecindó en la ciudad de los tempranos, y con ella tuvo cinco hijos: Adela, Josefa, Carmen, Pilar, Adela y Rafael.
Sumaba 25 años cuando el joven propietario jiennense empezó a despuntar en aquella Almería uvera y minera, domiciliándose en la calle Navarro Rodrigo, cerca de donde hoy está el bar El Quinto Toro y en muy poco tiempo se convirtió en uno de los personajes más notorios de la Almería de ese tiempo, sobre todo con la llegada de la Dictadura de Primo de Rivera en 1923. De naturaleza política conservadora, fue un prócer poliédrico, versátil en sus negocios e intereses, vadeando también los ambientes económicos y culturales de la ciudad.
Coleccionó cargos y responsabilidades, direcciones y presidencias, como muy pocos prohombres de la Almería de ese tiempo, cuando las mujeres estaban relegadas en la sociedad de la época a desempeñar meros papeles de reparto. Poseyó minas de hierro y plomo en distintos distritos de la provincia, principalmente en Níjar y también fue dueño de las Las Salinas de San Rafael, en Roquetas. Una de sus hijas, Adela, matrimonió con el banquero José Romero Balmas, republicano y masón, orillado de los ideales políticos de su suegro. Romero Balmas había heredado la pinturera Casa de la Torre, en la la zona de Alhadra, de su abuelo Miguel Balmas, registrada con el nombre de Santa Isabel, donde muchas décadas después se hospedó el legendario John Lennon y reconvertida hoy en Museo del celuloide. Allí pasaba tardes enteras con sus nietos, Sánchez Entrena, disfrutando de ese aire bucólico que tenía entonces esa pequeña campiña almeriense tan alejada del centro de la ciudad, rodeada de balsas para riego, jardines y una densa vegetación de palmeras, araucarias y setos de romero.
Su casa y su despacho, sin embargo, estaban en el fragor del centro, junto a la actual sede de Diputación. Allí trabajaba en su despacho como vemos en esta foto, atildado con pajarita, con cartapacios y estanterías y un sofá desgastado. Allí escribía sus cartas comerciales y como representante de distintas instituciones de la ciudad; y allí recibía también a sus empleados y jornaleros de sus fincas a los que pagaba en un sobre.
Fue muchos años concejal en varias etapas y alcalde interino en 1913 trabajando en dar una solución a la carestía de agua potable en el municipio y también impulsó la edificación de un nuevo matadero, aunque los impuestos le granjearon enemistades entre el comercio local.
Con la llegada del régimen de Primo de Rivera, fue designado diputado provincial en una Comisión presidida por Juan de Madariaga, de la que formaban parte también Fernando García Espín, Miguel García Langle como secretario, Pascual Lacal, Francisco Martínez Vázquez y Francisco Gómez Cordero. Fue uno de los fundadores de la Unión Patriótica almeriense junto al director del Instituto Gabriel Callejón y Antonio González Egea, del que luego se distanció. Sánchez Entrena fue uno de los empresarios más inquietos de Almería apareciendo, como queda reflejado en los archivos y presa de la época, como representante de numerosas instituciones. Tras unos años en barbecho, reapareció como miembro de la Junta de Defensa del Comercio y como presidente del Círculo Mercantil e Industrial, tras suceder a su suegro, Rafael Martínez Rodríguez, uno de los hombres más ricos de Almería en ese tiempo que fue propietario del actual Palacio Provincial sede de Diputación y quién dejó a Entrena una nutritiva herencia nombrándolo apoderado en sus negocios.
El jiennense lideró también una plataforma en defensa de la uva por las consecuencias de la Primera Guerra Mundial. Ya antes formó parte de la Cámara Uvera en la que se integraron los principales propietarios para denunciar la falta de fletes y su encarecimiento por el bloqueo germano durante la Primera Guerra Mundial. Fue elegido presidente de esta institución enfrentándose a problemas como las restricciones en las exportaciones enfrentándose al controvertido ingeniero del Puerto, Francisco Javier Cervantes.
Fue también, en ese caudal ininterrumpido de cargos, secretario del Hospital de Sangre de Almería, cuando la época de la Guerra de Marruecos y fue también presidente de la Sociedad de Estudios Almerienses, que impulsó junto a Juan Antonio Martínez de Castro y que fue el germen del actual Instituto de Estudios Almerienses. Presidió la delegación en Almería de la Liga Africanista y fue secretario de la sociedad de ocio La Peña que tenía su sede en el suntuoso edificio que fue de los Viciana y después de los Romero donde finaliza el Paseo junto a la Plaza Circular. Fue también presidente de la Junta de Obras del Puerto y propietario de minas de hierro, plata y oro, apareciendo como presidente de la Cámara Oficial Minera de Almería y vicecónsul de Chile.
Mantuvo siempre una ideología conservadora, vinculado al que fuera ministro Augusto González Besada. Una de sus funciones más relevantes fue la de ser designado como representante de la Diputación en 1927 de la Asamblea Nacional Consultiva, derrotando a Carlos Pérez Burillo. Allí defendió el Trasvase de los ríos Castril y Guardal al Almanzora y un ferrocarril desde Laujar hasta Almería.
Falleció José Sánchez Entrena en 1941, con 66 años, este empresario y ex alcalde, dejando un generoso patrimonio a sus herederos tras una vida trepidante trufada de responsabilidades en la que nada de lo que ocurría en aquella Almería ya tan lejana del primer tercio del siglo XX le fue ajeno.