Uno de los rituales que cada mañana tiene lugar en el patio de caballos de la Plaza de Toros, es el sorteo del lote que le tocará a cada matador de toros para el fetejo de la tarde. Finalizado el sorteo, el presidente de la Plaza, Benjamín Hernández; el empresario de la Plaza, Óscar Martínez, Casa Chopera; los dos subalternos, Álvaro Oliver, de la cuadrilla de Ruiz Manuel; y Antonio Osuna, de Torres Jerez, además del mayoral, que en esta ocasión ha sido Roberto Rico, en representación de la ganadería Benjumea, el anterior presidente del Coso de Vilches, Marco Rubio; y el personal de corrales.

“Tras desembarcar los toros, hacemos el primer reconocimiento de los toros, el día de la corrida se realiza el segundo reconocimiento. Una vez actos los toros para la Lidia, los toreros entran y enlota, hacen los lotes pertinentes. Ya en el patio de caballos, el presidente les entrega el papel de fumar para que pongan los números. El subalterno más antiguo hace los números y el más nuevo hace las bolitas que se sitúan en el sombrero del mayoral, siendo tapado con el sombrero del presidente o de algún asistente. Cada uno de los subalternos mete la mano, por orden de lidia, y ellos deciden el orden de su lote. El siguiente paso es enchiquerar a los toros, que en esta ocasión como en otras, se necesita estar autorizado”, señala a LA VOZ el presidente, Benjamín Hernández Montanari.