Entre cipreses silenciosos y muros encalados se levanta en la popular Carretera de Granada uno de los espacios más singulares de la capital almeriense: el Cementerio de San José y Santa Adela, un recinto de interés histórico y artístico, con predominio del neoclasicismo estructural y del eclecticismo decorativo. Sin embargo, lo cierto es que durante años, fue conocido entre los vecinos como “la ciudad blanca de los muertos”, por el brillo del mármol bajo el sol.

No obstante, a decir verdad, no solo alberga el descanso de generaciones de almerienses desde el siglo XIX, sino también un valioso patrimonio artístico y arquitectónico que cuenta, en piedra y mármol, la historia moderna de Almería. Inaugurado en el año 1867, nació en plena transformación urbana. La capital crecía, la burguesía minera se enriquecía y las viejas necrópolis parroquiales quedaban pequeñas.

El resultado fue un recinto de trazado neoclásico, con calles rectas y patios ordenados, pero que con el paso del tiempo se amplió y transformó, acumulando estilos y sensibilidades distintas como las capas de una historia viva. Cada rincón tiene su propio relato: el de las familias poderosas del siglo XIX, los emigrantes retornados, los niños que murieron jóvenes, o las fosas de quienes nunca tuvieron nombre grabado en piedra. 

La sobriedad neoclásica y el brillo pálido del mármol

El acceso principal, una portada de piedra y ladrillo con arco de medio punto, da la bienvenida al visitante en un mundo de proporciones equilibradas y sobriedad austera. No hay ostentación, pero sí una sensación de orden clásico, casi romano. Tras el pórtico, los paseos arbolados —flanqueados por cipreses que se alzan como columnas naturales— conducen hacia el corazón del camposanto.

Allí destaca la capilla central, una pequeña joya neogótica con pináculos y vidrieras que filtran la luz del sol almeriense. Es un edificio modesto, pero de una elegancia que sorprende. Su silueta, enmarcada por las sombras de los árboles, recuerda la estética romántica de los cementerios decimonónicos europeos.

Arte en la escultura funeraria almeriense

El mármol blanco de Macael, piedra reina de la provincia, domina lápidas y panteones. En él, escultores locales tallaron ángeles, coronas y relojes de arena que aún conservan la finura del detalle y la emoción del duelo. 

Algunas piezas, de inspiración italiana o francesa, fueron importadas o encargadas a talleres granadinos, testimonio de una burguesía que quería eternizar su memoria con arte. Hay columnas dóricas, gárgolas góticas, vírgenes de mirada serena y ángeles melancólicos que parecen custodiar el sueño eterno de los suyos.