Rincones entrañables de Almería con mucho encanto y también con mucha mierda
Los macetones de la calle Descanso se convierten en un problema para los vecinos

Plazuela bajo La Alcazaba, sucia y convertida en refugio de botellones.
Si el encargado de mandar los fondos europeos que sirven para acometer las actuaciones en el casco histórico de Almería se diera una vuelta por aquí y viera como están algunos de los rincones en los que se ha invertido tanto dinero en los últimos años, se lo pensaría dos veces a la hora de otorgar una nueva asignación.
Cuando llega el dinero de Europa y se ejecuta la obra se declara el estado de felicidad permanente y nuestras insignes autoridades se visten con sus mejores galas y sacan sus mejores sonrisas para hacerse las fotos para los periódicos, dejándonos mensajes llenos de esperanza que nos hablan de una ciudad que va camino de la perfección. El problema viene después, cuando pasan los meses y esos lugares que fueron bendecidos a bombo y platillo, que parecía que iban a ser las nuevas señas de identidad del casco histórico, caen en el pozo de la desidia y se van perdiendo en la niebla de la decadencia y el abandono absoluto.
Un ejemplo que no admite interpretaciones ni excusas lo tenemos a unos metros de distancia de la puerta principal de La Alcazaba, justo en la entrada a la calle Descanso, donde el Ayuntamiento de Almería, con la remesa que llegó de Europa, aprovechó el solar de una antigua vivienda para humanizar el barrio con una plaza recoleta adornada con bancos de madera y una pérgola con enredaderas que sin duda humanizaba y rescataba ese trozo del casco histórico. Hoy, unos años después de la inauguración de la plazoleta, el escenario presenta un estado deprorable, con tanta suciedad que al suelo le ha salido en algunas zonas una alfombra de mugre negra, fruto de las tardes de botellón y droga que se suceden a diario. De nada sirve que pase el barrendero por las mañanas si no se toman otras medidas mucho más contundentes que no entran dentro de la hoja de ruta de nuestras autoridades municipales. Esta suciedad a espuertas no se soluciona con nuevas maquinarias, más caras y más precisas, ni con que pasen a diario las mangueras de agua. La única solución es que se cumplan las ordenanzas y se combata de una vez la falta de urbanidad y de cultura, que tanto daño hacen a esta ciudad, con las sanciones correspondientes.
El deterioro de la plazuela no es el único problema que azota a la calle Descanso, que se ha convertido en los últimos años en una de las vías principales de acceso a La Alcazaba por su conexión directa desde el barrio de La Almedina. Cuando remodelaron la calle le instalaron a los vecinos unos macetones impresionantes para darle un toque más natural a la vía y que las fachadas no se vieran tan desnudas ante la mirada de los turistas y de los propios vecinos. El problema ahora es que las plantas crecen y no paran de crecer y por allí no pasa ningún servicio de jardinería que le ponga remedio, y que esos ilustres macetones se han convertido en un reclamo para los perros de aquella manzana que encuentran en ellos el escenario perfecto para mearse y dejar sus excrementos a diario. Una vez más, nos encontramos con el eterno contratiempo de las meadas y las mierdas de las mascotas, que se ceban sin contemplaciones con la zona más vulnerable de la ciudad, con un casco histórico que adolece del mantenimiento necesario y de la vigilancia que requiere un lugar con tanta importancia y que a la hora de la verdad es la imagen que los que nos visitan se llevan de nuestra querida ciudad.