Almería jubila al auxiliar de farmacia más querido tras 50 años en Ciudad Jardín
“Se va acercando el día de colgar la bata blanca y tengo un pellizco en el corazón”, cuenta emocionado

Manuel García Padilla atendió a LA VOZ y Cadena SER en la Farmacia Sonia Vargas, en Ciudad Jardín.
Es una institución en el barrio almeriense de Ciudad Jardín, casi puerta con puerta con el Instituto Nicolás Salmerón, por donde ha visto pasar “hasta cinco generaciones” de una misma familia. A Manuel García Padilla (19/10/1959), le conocen como Lito y poco a poco se va acercando al momento que le tiene “con un pellizco en el corazón”. A sus 66 años, el próximo 17 de octubre colgará la bata blanca de la farmacia después de medio siglo cuidando de sus vecinos. “Se dice pronto, pero son 50 años aquí y no me canso”, señala.
Lito abre las puertas de la Farmacia Sonia Vargas, en la Calle Celia Viñas 8, a LA VOZ de Almería y Cadena SER. Reconoce que cuando era pequeño mostraba más la timidez, pero ahora “hablo por los codos”. En este recorrido vital hace la primera parada en Ciudad Jardín, su casa. “Aquí nací y crecí, me metí a trabajar en el mundo de la carpintería en el Casco Histórico de Almería, echando muchísimas horas, hasta que un buen día todo cambió”, cuenta.
En febrero de 1975 una vecina llamó a la puerta de Lito: “Me dijo que me fuese a la farmacia de Don Bernardo García, que se había ido el aprendiz y necesitaban a una persona. Fue a las nueve de la mañana y media hora más tarde ya estaba allí”. La mujer de Bernardo, Ana María López, trabajaba de profesora dando clases de francés en el ‘Nicolás Salmerón’, “esperé a que llegase el recreo para hablar con ella y ya me quedé para siempre”.
Empezó a hacer historia en el barrio
Manuel García Padilla, ‘Lito’, es auxiliar farmacéutico y aunque se jubile nunca va a dejar de serlo porque es un sentimiento. “Al principio, siendo tan joven, pues te muestras más tímido, aunque desde el primer día que entré me encantó este mundo de la farmacia”. Empezó limpiando estanterías, rellenándolas de medicamentos, “y le caí en gracia tanto al farmacéutico como a los vecinos. De hecho, desde hace mucho tiempo dicen que van a la farmacia de Manolo o Lito”.

Con su compañera Eva trabajando un viernes por la tarde.
Un recorrido ejemplar
El protagonista de esta bonita historia echa la vista atrás con nostalgia: “Empecé con Bernardo García Jiménez; luego Juan José López García, con el que estuve 11 años; y ahora Sonia Vargas, con la que llevo trabajando otros 20”. Ha visto pasar hasta cinco generaciones por el local: “La gente se casaba muy joven y tenía hijos antes, así que tengo una amiga que con 37 años ya era bisabuela. Ciudad Jardín es un barrio antiguo y nos conocemos todos”.
"Ciudad Jardín es un barrio antiguo, familiar, y aquí nos conocemos todos"
El año más difícil
Es inevitable mirar cinco años atrás y encontrar la pandemia del Covid-19, en la que Lito ayudó en todo lo que pudo junto a sus compañeros de la farmacia: “Fue complicado, lo recuerdo muy bien. Hacíamos turnos entre los cuatro que estábamos para atender necesidades. Había mucho miedo al contagio, pusimos mamparas, que todavía siguen, pero nunca tuvimos que cerrar y eso resultó clave”.
Junto al Instituto Nicolás Salmerón
Su último día con la bata blanca
El 17 de octubre a las 14:00 horas dejará la bata blanca en la Farmacia Sonia Vargas, aunque no va a cambiar su hoja de ruta: “Mira, mi mujer es enfermera y trabaja de mañana, así que el lunes 20 voy a volver por aquí para tomarme un café con mis compañeros. No dejaré nunca de venir”. Quiere dejar constancia del magnífico esfuerzo y dedicación de Sonia, Nuria, María, Eva y su recambio, Manu, “que lleva seis meses ya aprendiendo el oficio”. Tiene un buen maestro.
"No voy a dejar de venir por las mañanas a echar un café con mis compañeros"
¿Cómo afronta la jubilación?
Para Lito no es fácil tener que aparcar 50 años sirviendo a un barrio como el de Ciudad Jardín, por lo que reconoce tener “un pellizco en el corazón. Es una vida entera y somos una familia. Tengo sentimientos encontrados. El cuerpo me pide descanso, pero me da miedo la inactividad, así que me matricularé en la Universidad de Adultos, haré algún voluntariado con la Casa Nazaret, y a la piscina para hacer ejercicio, así que no voy a parar”.
Consejo para los que empiezan
La voz de la experiencia. Lito se jubila tras medio siglo en la misma farmacia y tiene muy claro qué marca la diferencia a la hora de atender a las personas: “Hay que involucrarse con cualquier vecino que venga a por un medicamento. Sobre todo, escuchar a las personas mayores y ayudarlas en lo que se pueda. A los que vienen por detrás les diría que aquí no se abren las puertas de una farmacia, sino las de una familia”, finaliza.
Un vecino ejemplar. Un auxiliar de farmacia único que empezará una nueva vida sin alejarse de su vocación.