“Tuvimos que fiar”: así vivieron las farmacias de Almería el apagón
Muchas no pudieron dispensar medicamentos, otras no sabían los precios, y algunas se vieron obligadas a cerrar

foto fachada de una farmacia
El apagón que este martes sumió en el caos a España, Portugal y regiones del sur de Francia se dejó notar con fuerza en Almería. Más allá de los semáforos apagados, los móviles sin cobertura y los comercios cerrando a contrarreloj, uno de los sectores golpeados fue el farmacéutico.
Muchas farmacias se vieron obligadas a improvisar para poder atender las urgencias de sus clientes. Otras, directamente, no pudieron.
Entre la intuición y el cierre anticipado
“Empezamos el día con normalidad, pero en torno a las doce y media se fue todo. De repente, sin sistema, sin datáfono, sin luz… solo podíamos aceptar efectivo y teníamos que intentar recordar los precios de los medicamentos o dejar apuntado lo que se llevaban los clientes de confianza y fiar”, relata María José Rodríguez, dependienta de la Farmacia Bola Azul en la avenida de la Estación.
Allí, en pleno centro, el mostrador se convirtió en una trinchera de calma tensa. “Vino una persona que necesitaba su pastilla para el tiroides. Le habían extirpado la glándula tiroidea y necesita ese medicamento cada día para vivir. Al no funcionar la tarjeta sanitaria ni nada, no pudimos dispensársela”, recuerda Rodríguez, aún con pesar.
La paciente explica que había solicitado a su médica de cabecera una provisión adicional de pastillas, ante los rumores sobre el kit de supervivencia y la posibilidad de conflictos internacionales. “Me genera incertidumbre que no me autoricen a retirar la siguiente dosis unos días antes de que se agote, especialmente en situaciones como esta.”
En la otra farmacia de la misma cadena, también Bola Azul, no pudieron suministrar nada ya que distribuyen los fármacos con un sistema robotizado :“Los productos no bajan si no hay electricidad. Es un sistema robotizado, se quedaron totalmente paralizados.”
En la Farmacia Calzada de Castro, la tensión también fue evidente. “No sabíamos los precios de nada. No podíamos atender, pero aun así la gente venía sin parar, queriéndose llevar media farmacia. Muchos ni necesitaban tantos medicamentos”, explican desde el establecimiento.
Allí, además, no pudieron cerrar. “Las persianas son eléctricas, no funcionaban. Nos quedamos dentro, viendo cómo entraba la gente sin poder suministrarle nada".
“No era una emergencia”
Pero no todas las farmacias vivieron el apagón con esa tensión. En la Farmacia Petit de Oña, expresan que la situación “no fue como la pandemia, que sí fue una situación de emergencia. Aquí la gente esperaba que en cualquier momento volviera la luz”, explica Beatriz, la dueña.
“De hecho, cuando se fue la luz, estuvimos en la farmacia esperando tranquilamente. La gente en la calle también estaba tranquila, no venía en plan ‘dame paracetamol desesperado’. Por la tarde, cuando volvimos a abrir, venían a recoger cosas normales, encargos, tratamientos ya preparados. Nada de histeria.”
Desde ambos lados del mostrador, el apagón destapó la fragilidad de un sistema excesivamente dependiente de lo digital. Y aunque en algunas zonas la respuesta fue serena, en otras, la imposibilidad de acceder a medicamentos esenciales generó angustia. “A diferencia de la pandemia, en esta ocasión la gente no venía con recetas, sino con miedo”, señalan desde Calzada de Castro, “Y eso, a veces, hace más daño que la propia emergencia.”