El tipo (almeriense) que merece que alguien le escriba
Es un hombre de espíritu humilde y servicial, nacido entre cortijos, eras y ramblas y admirador del valor de las arrugas en quienes se tostaban al sol para desafiar el hambre en tiempos de miseria

Periódicos principales de la provincia de Almería.
A esas horas en que la guardia funcionarial golpea los últimos informes con el sabor añejo del último café mañanero y los negocios que rodean el Mercado Central chapan y los vagabundos buscan su comida en la calle de La Milagrosa y el descosido termómetro marca unos muy jodidos 37 grados, el tipo que merece que alguien le escriba aún se rebana los sesos en su escritorio con el último informe jurídico que ha caído en sus manos.
Cuando el spleen de Baudelaire asoma por las esquinas de la ciudad, cuando se oyen los quejíos dictatoriales de las gaviotas que han parido crías en los tejados que rodean El Quinto Toro y descuartizan palomas con una mezcla de instinto asesino y mala leche a espuertas y amenazan con asesinar a los funcionarios que salen a la terraza de la Diputación a estirar un segundo las piernas, el tipo que merece que alguien le escriba empieza a buscar en su imaginación el libro que ha de robar a la tarde.
El tipo que merece que alguien le escriba, por muy poca cosa que ese alguien ajeno y externo sea en el arte de apuntalar letras –digamos que yo-, es un hombre de espíritu humilde y servicial, nacido entre cortijos, eras y ramblas y admirador del valor de las arrugas en quienes se tostaban al sol para desafiar el hambre en tiempos de miseria. Se crió entre abuelos de costumbres y tradiciones y fe, agarrados a ideas de progreso, gentes que tenían poco tiempo para pensar porque el curro con la almendra, la aceituna, la trilla, la huerta, los animales y el pastoreo frenaba cualquier aspiración de descuajaringar el reloj. De no ser por las noches al fresco, las conversaciones cruzadas pegadas a una silla que miraba a la luna en las veladas del estío y los estribillos susurrados de canciones populares, la familia del tipo que merece que alguien le escriba se hubiera aburrido mucho. Y eso le hubiera impedido soñar: soñar con futuro. Futuro no para ellos. No. Para los otros: los hijos. Los nietos. Y los que habrían de venir.
El tipo que merece que alguien le escriba acude todos los días a las dos y largo de la tarde a abrazar los tres periódicos de papel que se editan en Almería. Abre la puerta de cristal, mira a los cuatro de la Redacción, sonríe y observa de reojo el montón apilado de diarios de papel que hay junto al perchero, el papel reciclado y la ventana de lo que un día fue la Hemeroteca Provincial. Luego los ase con fruición en un acto de ternura que podríamos definir de amor si no fuera porque la exageración provoca desafectos y nos alejaría de la mesura que el buen hombre practica.
El tipo que merece que alguien le escriba.
-Buenas tardes. ¿Están libres?
-Siiií. Puedes llevártelos.
El tipo que merece que alguien le escriba habría sido un personaje secundario, no por su valor, que es muy elevado, sino por su timidez, en aquel café de Gumersindo, el de Gijón, el del barbero Benigno, en cuyas sillas se sentaban culos que hablaban. Ocurre que el tipo que merece que alguien le escriba no es hombre de hablar sin motivo, así que difícilmente habría participado de la fútil y trivial tertulia de quienes allí iban para dejarse ver con los otros: el Galdós, el Cela o el Ramón y Cajal. Seguramente se hubiera sentado en la barra.
-¿El Heraldo de Madrid?
Habría pedido algo acuoso pero tranquilo para echar la tarde, mientras los otros debatían sobre Dante o sobre la pérdida de Cuba. Un ojo en el Heraldo, otro ojo en las mesas. En silencio. Quizás roto con el camarero de la pajarita, de cuando los camareros eran casi modelos.
El tipo que merece que alguien le escriba necesita respirar en días de infoxicación, cuando la actualidad agobia tanto o más que el calor de un día con viento de Levante, que diría Celia Viñas, en El Zapillo, y por eso precisa de Javier Cercas, que es su escritor favorito, y se acuerda, con la que está cayendo en Moncloa y en los juzgados y en la OTAN y en Ucrania y en Palestina y en medio mundo hostil, de la ejemplaridad de Miralles, el héroe desconocido, el radical que perdona, al que buscó para endulzar las dos Españas de Machado.
El tipo que merece que alguien le escriba sabe que, como empleado público, hay muchas mañanas en la mañana, tal como hay una novela dentro de la novela, que eso es ‘Soldados de Salamina’, la obra que pudo escribir Rafael Sánchez Mazas y acabó apelmazando Cercas en un ejercicio de malabarismo narrativo, prosa admirable y estructura inquietante. En ese “Aquí no hay nadie” se esconde todo lo que un ser humano debe ser, piensa el tipo, los valores que hemos dejado de ver en las élites, a una y otra orilla del río de las ideologías, atados hoy, como José Arcadio, al castaño de los ismos: los extremismos, los nacionalismos, los independentismos, los radicalismos, los gilipollismos.
-Vuelva usted mañana -nos dijo el portero-. El oficial de la mesa no ha venido hoy.
El tipo que merece que alguien le escriba nunca diría eso. Es letrado y funcionario y sabe más de ética que de leyes, así que nunca, jamás de los jamases, diría aquello de Larra si alguien o algo le espera al otro lado de la mesa. Tiene por ley los principios que heredó de las arrugas del campo. Son sencillos: de base, sin saberlo, más cristianos que otra cosa. A veces habla con sí mismo en una búsqueda desesperada de respuestas a las preguntas cardinales que brotan en estos tiempos donde todo es epidérmico. Hasta la novela es epidérmica.
El tipo que merece que alguien le escriba cree que el perdón de Miralles no es idílico paisanaje del romanticismo. Es la aspiración de cualquier sociedad humana. El hombre, Netayanhu, Putin, Jamenei, Hamás, Trump, quiere algo más que trincheras cavadas con la sangre de los inocentes. Desea reconciliación. Eso cura. Incluso soñarlo cura. Lo otro es una miseria peor que la que había en los cortijos de la España de Delibes. Es una miseria moral.
El tipo que merece que alguien le escriba se acaba de ir. Se ha llevado los periódicos bajo el brazo y camina despacio hacia Rioja.
-“Desmantelan un poblado de chabolas en Almería”, titula La Voz.
Piensa el tipo en los Azarías y las Régulas de hoy. Vaya si existen.