La Voz de Almeria

Almería

El enigma de las arenas

El blanco de las casas de San Miguel refulge entre las palmeras con el Cabo de Gata

Imagen de las playas del Cabo de Gata.

Imagen de las playas del Cabo de Gata.

Publicado por
manuel sánchez Villanueva

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Cada vez que conduzco en dirección al Cabo de Gata, termino pensando en lo sujetos que estamos a los caprichos de nuestro inconsciente. Pues todavía hoy, cuando me acerco a la barriada de Pujaire, hago un gran esfuerzo para no dirigir instintivamente la mirada hacia unas dunas que hace muchas décadas fueron literalmente barridas del mapa.

Sin duda alguna, subyace un fuerte componente emocional en este reflejo, ya que algunos de los momentos más felices de mi vida fueron las tardes que pasé correteando por esas arenas. Pero si aquellos momentos quedaron en mi recuerdo para siempre, todavía con más fuerza se grabó la visión del mar brillando bajo los rayos del sol del atardecer y el blanco de las casas de San Miguel refulgiendo entre las palmeras con el Cabo de Gata recortándose en la lejanía como telón de fondo. 

Cuando ya en mi juventud me buscaba la vida por la Costa del Sol, la alicantina o el Arenal de Palma, para mí confrontaba la belleza de los recuerdos del litoral almeriense con la abrumadora fealdad y la masificación que imperaba en aquellas zonas. Lo cierto es que, con la evolución de los modelos turísticos, parecía que la costa almeriense iba a ser una de las pocas zonas del Mediterráneo occidental que mantendría un aceptable estado de conservación, pues habíamos conseguido conectar a tiempo con una nueva tendencia que demandaba un turismo sostenible.

El cambio climático

Incluso durante un tiempo estuve convencido de que el cambio climático nos iba a beneficiar, pues la combinación de artículos y reportajes nacionales e internacionales que destacaban nuestro patrimonio ambiental, paisajístico y cultural, combinados con el potencial que nos brinda clima y posición geográfica, encarnados por el famoso lema de Lussning “Almería, donde el sol pasa el invierno”, abría la puerta a desarrollar un modelo turístico alternativo que nos proporcionara  ventaja competitiva.

Pero mucho me temo que una vez más he confundido mis deseos con la realidad. Pues, cuando el destino almeriense se estaba posicionando con fuerza como sostenible, se decidió que había que imitar al malagueño, sin tener en cuenta que entre ambos hay un desfase temporal de veinte años. Y si alguien tiene alguna legítima duda sobre esta afirmación, solo necesita echar un vistazo a las últimas decisiones en materia de ordenación del territorio publicadas a bombo y platillo, comparándolas con el plan que se implementó en la provincia hermana a principios del presente siglo.

Cierto es que se ha realizado un gran esfuerzo publicitario para defender que el almeriense va a ser un destino sostenible. Sin embargo, por desgracia se trata de una inversión con poco retorno, porque en la era de Internet y las redes sociales, ha corrido como la pólvora la noticia de que una determinada empresa promotora fue sancionada por una infracción ambiental “grave” con una multa inferior a la que pagaría usted por bajar la basura antes de tiempo, o que, en la bahía de los Genoveses, espacio protegido de gran carga simbólica desde Tarifa a Helsinki, planeamos levantar un hotel. 

Confieso que para mí supone un verdadero enigma que los expertos detrás de este plan no hayan aprendido de experiencias anteriores. Pues teniendo la posibilidad de apostar por un modelo alternativo para el que estábamos bien posicionados, se han decantado por planificar una mala copia de otro en el que las propias autoridades han tenido que tomar recientemente medidas para evitar la masificación y la degradación asociadas. Eso sin contar que, por las deficiencias en las comunicaciones que con suerte tardaremos una década en solventar, siempre estaremos en desventaja frente a esos destinos masivos más maduros.

Nuevas promociones En esta confusión, se están dando pasos tan extraños como autorizar nuevas promociones en zonas de riesgo, mientras se necesitan astronómicas cantidades de fondos públicos para regenerar las costas, siendo obligado cuestionarse el porqué, si ya tenemos una parte del litoral en peligro, se continúa insistiendo en la misma política. La aplicación del principio de prudencia aconsejaría poner coto a un problema cuyos costes para las arcas públicas termina siendo tan desorbitado.

Quizás la solución al enigma podría aportarla el historiador económico Carlo Cipolla y su famosa Tercera Teoría, según la cual, las personas y sociedades tienden a olvidar que asociarse con individuos potencialmente estúpidos supone a la larga un error muy costoso.

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