La revolución interior de viajar en bicicleta, en primera persona
Juan Ramón Virumbrales ha llegado esta semana a la ciudad para compartir su historia

Juan Ramón Virumbrales en Mindoro (Filipinas).
Invadido por la idea de reinventarse y vivir de sus pasiones, con 32 años, Juan Ramón Virumbrales, conocido como Raymon, decidió romper con todo. Empezó dejando su trabajo indefinido como ingeniero de software en el Banco de España porque, a pesar de haber conseguido el éxito laboral, familiar y social, seguía sin encontrar la razón de su existencia.
“Hemos sido educados para la economía del mercado, no para buscar la felicidad del individuo y yo me sentía deshonesto”, confesaba Raymon en la ponencia que ofreció el pasado jueves, 24 de enero, en la sede del Grupo Scout Al-Marayya 594.
Como si estuviera en guerra consigo mismo, Virumbrales empezó a indagar y entendió que sin comprensión, aceptación, autenticidad, gratitud y perdón jamás alcanzaría la paz sostenida en el tiempo, esa que da lugar a la ansiada felicidad. “Cuando estás en paz con lo que eres, la felicidad florece automáticamente, es la música de la conciencia tranquila”, sostiene.
Comienza el viaje
Aunque le costó un año tomar la decisión, no tardó en liarse la manta a la cabeza y, desoyendo a esos seres queridos que lo tachaban de “loco”, se subió a la bici en 2006 para recorrer 8.200 kilómetros en seis meses. Llegó a Inglaterra, donde pasó diez meses trabajando para costearse su nueva forma de vida. “Aquí no hay trucos. Para ahorrar, hay que trabajar y no gastar”, explica. Fue en esta primera escapada que Raymon comprendió que no estaba solo en esta “locura” y viajar se convirtió en “una revolución para la mente y una fiesta para el corazón”.
Cuando dejó atrás el miedo al cambio para exprimir su vida basándose en el talento y la pasión, vio que había encontrado la mejor versión de sí mismo: “Crecí emocionalmente. La adversidad y la felicidad son como las ruedas de una bicicleta, forman parte de la vida. Y viajar te enseña a valorar lo que tienes”.
Proyectos solidarios
Después de Inglaterra llegaron otros destinos asiáticos, como Singapur, Indonesia y Camboya. Durante siete meses y medio recorrió 8.500 kilómetros en bici, pero con una diferencia a sus viajes anteriores. Empezó a integrarse en el mundo de las ONG.
De la nada creó su propio proyecto solidario, ‘Otra vida es posible’, a través del cual ha intentado ayudar a países del tercer mundo para que pasen de la miseria absoluta a la pobreza: “Ha sido un aprendizaje constante. Al principio, en Camboya, yo les daba el pez, no la caña para pescar”.
El accidente
Cuando se sentía en el momento más pleno de su vida, se vio obligado a estar un año y medio de baja. En Marruecos fue víctima de un atropello. Pero de una frustración, le llegó la tolerancia. “La realidad no la puedes cambiar. No envía nada que no necesites. Cada día pone en tu camino a personas y experiencias que son maestros”.
Para superar este revés, volvió al lugar de los hechos: “Mis miedos son las asignaturas que tengo que aprobar”.
Aprendizaje
Ahora Raymon tiene 44 años y anima, a los que como él, quieren vivir de sus deseos. “No aprendamos a vivir cuando ya no tengamos tiempo”, asevera. E insiste en que en Occidente “ existe un terror generalizado al fracaso. Pero el fracaso no existe. Siempre se aprende”.
Una experiencia convertida en novela
Tras su recorrido por Sudamérica, este viajero, para el que no existen fronteras, decidió tomarse un año sabático para centrarse en este proyecto. Después de trece meses de constancia y trabajo, el autor publicó ‘Llévame de viaje’, con la editorial almeriense Círculo Rojo. La historia, ambientada en Indonesia, es un viaje al destino de la felicidad.
De sus aventuras, saca a relucir la ventaja de convivir con distintas etnias. En Sumatra (Indonesia), viven los minangkabau, una comunidad matriarcal de más de 4,5 millones de personas que sitúan a la madre, la matriz que da vida, en el centro de la sociedad: “Han conseguido una forma más igualitaria de organizarse y profesan el islam, para que veamos hasta dónde llegan los estereotipos”.
En otra zona de Indonesia, los Bugi reconocen hasta cinco identidades de género: “hombre femenino, hombre masculino, mujer femenina, mujer masculina y los sacerdotes transgéneros”.
Tan sólo por conocer y acercarse a tantas culturas, Raymon asegura que su forma de vida merece la pena. “Viajo para sentir y tener una percepción global del mundo. En el movimiento hay más verdad que en toda la educación recibida”, concluye.