Una ubicación privilegiada en el corazón del Poniente Almeriense o Baja Alpujarra Almeriense. A las faldas de los manantiales y acuíferos de la Sierra de Gádor, en medio de un entorno montañoso pero con una peculiaridad: a solo escasos kilómetros de la costa que baña el Mar Mediterráneo. Las familias adinerada (terratenientes, comerciantes, exportadores) levantaron en Berja casas-palacio para mostrar su estatus social y competir en prestigio.

Lo cierto es que las casas palaciegas combinan elementos del neoclasicismo con detalles barrocos tardíos son un claro reflejo del florecimiento económico de finales del Siglo XVII y principios del siglo XIX. Todas ellas muestran cómo las élites invertían en arquitectura como símbolo de poder. Testigos del esplendor de un pueblo agrícola y minero que se proyectaba hacia el mundo a través de sus productos y que dejó en la arquitectura urbana un legado de elegancia y poder.

Estas joyas arquitectónicas son fruto del auge de la minería cuando los burgueses de la época se enriquecieron con el precio del plomo extraído de la Sierra de Gádor durante el siglo XIX. Ello propició el surgimiento de una nueva clase burguesa local con recursos monetarios y enorme prestigio, cuyo poder se veía íntimamente reflejado en numerosas viviendas señoriales del periodo, particularmente ubicadas en su casco urbano. Principalmente en la calle Agua, la calle Granada y la Plaza de la Constitución.

Casas Señoriales de Berja: un patrimonio con raíces mineras

Si por algo destacan todas ellas -se estima que hay unas setenta repartidas por esta localidad almeriense- son por su arquitectura noble que combinan elementos del neoclasicismo con detalles barrocos tardíos. Y es que, si por algo se distinguen del resto, es por sus fachadas simétricas, grandes portadas de piedra y asombrosos balcones de forja. 

A semejante belleza se le suma que algunas de ellas presentan patios interiores con columnas y azulejos. La razón de ello se esconde bajo la estructura tradicional: muchas de estas casas siguen un diseño clásico con un patio central, que distribuye las estancias desde un espacio abierto. 

Este patio permite la ventilación y aporta luz natural, además de servir como eje de organización interior. Una vez dentro, tradicionalmente la planta baja estaba destinada a bodegas, almacenes o cuadros, mientras que en la planta noble convivían salones, comedores y habitaciones palaciegas. Ya en el ático, se puede encontrar la cámara para almacenar productos agrícolas, como es el caso de la uva.

Un museo al aire libre de fachadas ornamentales

Si hay otro elemento que destaca por sí solo, tiene que ver con las majestuosas portadas de piedra labradas con dinteles decorados, a los que se suman balcones con rejería artística y escudo de armas. Un reflejo de ello son las siguientes casas señoriales, muchas de ellas de uso privado, por lo que no se puede visitar su interior.