La escuela como punto de partida
Mar de los Ríos dibuja la presentación del lbro "Yo no fui a la escuela, mujeres de Níjar 1915-2015"

Protagonistas del libro y organizadores del acto tras las presentación de la obra el pasado viernes en Níjar.
Y el periodista de Canal Sur Antonio Hermosa ejercía con emoción como maestro de ceremonias de este acto del pasado viernes.
Poco a poco las sillas fueron ocupándose en el escenario del Centro de Interpretación, por las protagonistas de este libro, entre ellas la alcaldesa y concejala de Cultura de Níjar, Esperanza Pérez y Yolanda Lozano respectivamente, además de Miguel Galindo, profesor de literatura del instituto local, implicado en este proyecto.
Porque esta preciosa y cuidada publicación, Yo no fui a la escuela, mujeres de Níjar 1915-2015, es mucho más que un libro. Es el resultado de una comunión imprescindible; es el fruto maduro que se recoge cuando entre nosotras nos miramos a los ojos y nos reconocemos como lo que somos: la mitad de la Humanidad. Entonces se acepta que se tiene en común la inequívoca perspectiva femenina de la vida en nuestras manos y que nos sirve como herramienta para moldear un mundo mejor.
Porque han sido las mujeres de Níjar las que se han movilizado dando ejemplo. Por un lado, las que vinieron de fuera para ser nijareñas por elección, propietarias de un solvente currículo profesional y personal como son: Charo García, Sira Laguna y Carmen Sanz, quienes han tomado la iniciativa de contar la historia de aquellas otras que no tuvieron la oportunidad de formarse, y en consecuencia de construirse un criterio para ni siquiera añorar la independencia económica y por ende la toma de decisión sobre sus destinos. Para ello Cándida Rodríguez ejerce de imprescindible eslabón entre un mundo y otro, entre el de la mujer realizada y libre que en cierta medida ha colonizado el municipio de Níjar y aquellas nacidas en una realidad de precariedad donde no había caso para nada que no fuese la propia subsistencia. Y el abismo que en un principio podría separarlas las une en estas páginas y en la vida. Porque todo se resumen en el principio que hizo que cada cual habitase en orillas opuestas: la escuela.
Las manos sarmentosas que copan la portada son una gran elección. Huesos gastados, llenos de sol, como sus caras cuarteadas, que con la densidad de su lenguaje y sabiduría, han sabido transmitir el sacrificio de ser mujer en una época y una sociedad tan precaria como fue la suya y que sin embargo, todas coinciden en reconocerse dentro de una vejez de lujo en su pueblo actual.
A través de los dos primeros capítulos se hace un retrato de la época, de la sociedad en la que nacieron y en la que se criaron las mujeres de esta tierra de olvido, y cómo Níjar en estos cien años se ha convertido en tierra de promisión. A partir de aquí, con el formato entrevista, se recogen las voces de once familias a través de sus mujeres, según toman la palabra representantes de tres generaciones. El respeto al léxico de la zona transcrito con gran delicadeza no hace sino aportar verdad a un relato global sobre la pugna femenina intergeneracional. Las fotos de sus protagonista en blanco y negro ilustran el todo con ojos de mujer, reconocibles como un par único.
Me fascina que Carmen de Burgos planee sobre sus páginas, como debe de ser, la nijareña más moderna que ha dado la tierra y que dedicó gran parte de su obra a describir el Paraíso de su infancia con sus luces y sus sombras, y del que bebió emocionalmente toda su vida.
Por último, el mapa que representa los núcleos del municipio de Níjar y que abre la publicación es otro acierto de esta bella edición.
Creo sinceramente que Yo no fui a la escuela puede ser un referente cultural para todos los hombres y mujeres, da igual su procedencia, porque es un ejemplo vivo de en lo que debemos convertirnos: en una sociedad cooperativa, en el retrato vivo que representa el de dónde venimos para elegir el hacia dónde vamos. Fruto de esta comunicación recuperamos el trueque, donde unas nos damos a las otras lo que manejamos con soltura para construir la sociedad con mayúsculas: LA DE LA IGUALDAD DE OPORTUNIDADES. Que su cimiento inequívoco es la educación, ya lo saben todas ellas desde hace mucho. Quedaría elegir el modelo de edificio de esa sociedad en la que pretendemos vivir. Pero ese es el otro libro que debemos aspirar a escribir entre todos y todas.