La maldad es un lastre demasiado ligero de llevar, dependiendo de que singladuras se afronten. Un lastre que las tres despiadadas mujeres que presenta ‘Lastres’ van dejándose atrás conforme avanza esta comedia que puso al público en pie al final, en la noche del viernes en el Teatro Auditorio.

Tres amigas del instituto se reencuentran convocadas por una de ellas, la que peor lo pasó, para “poner las cosas en su sitio”. Pero las cosas no terminan de encontrar acomodo y los hechos se precipitan, porque hay un principio de maldad escondido detrás de cada frase, detrás de cada recuerdo tortuoso.

Las tres han sufrido las consecuencias de sus defectos y las han traducido en maldad destilada con sutileza al principio y con descarnado apasionamiento, una vez desencadenada la tormenta.

Anabel Alonso le da vida a Concha, una mujer autoritaria, descerebrada y especialista en hacer blanco lo negro. Ana López lleva el peso de la acción en el papel de Lucía, una antigua obesa a la que sus amigas laceraban por su exceso de peso y, cerrando el triángulo mortífero Marta Belenguer, una chica que acabó convirtiendo en desenfrenada promiscuidad sus carencias afectivas y en operaciones estéticas las carencias de su fisonomía.

La obra tiene a su favor que no repara en lo políticamente correcto y presenta sin ambages aspectos poco edificantes del eterno femenino, hasta el límite justo en el que predomina una invitación a la reflexión moral más allá del sexo. Con todo, la pieza no permite tampoco profundizar más allá de una puesta en situación, ya que la comedia, en su más puro sentido, domina toda la representación. En ese cometido, las tres actrices dan todo lo que llevan dentro para moverse entre lo caricaturesco de su personajes y lo convincente.