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David Mora toreó, Fandi corrió y Ponce dio la clase de siempre

David Mora toreó, Fandi corrió y Ponce dio la clase de siempre

Jacinto Castillo
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El sobrero de Parladé, que hizo tercero salió extraño en la carrera. Fuerte, porque levantó al caballo, pero débil en la carrera por algún problema patológico. David Mora supo desde el principio que no había otra opción y se volcó en la faena, demostrando el sitio que ha cogido a ley.  Las caídas del animal deslucieron su faena de técnica y torería. La mano baja cuanto el toro podía soportar, el tiempo, medido para templar las embestidas, que a veces sacaban destellos de poca clase. Y no había mucho más. 
El tercero de la tarde había mostrado  una clara lesión en la mano derecha y el presidente, Adrián Salmerón hizo lo que procede: esperar a que el toro claudicara después de salir del peto, para sacar el pañuelo verde. Así que a Mora le tocó el citado sobrero, muy alejado de la calidad general del encierro de Domecq. Con todo eso en contra, Mora se armó de arrestos y se fue a recibir a su segundo a portagayola, que era un jabonero de bella estampa. Bien con el capote, Mora, tomó con firmeza el camino de la puerta grande en un magnífico quite de frente por detrás de pura raza torera. Una raza que se desparramó sobre la arena desde los ayudados citando en largo desde la boca de riego y que siguió después en las tandas templadas, medidas, sin asomo de brusquedad pese a la intensidad de su toreo.  Casta contra talento, bravura contra inspiración.
Ponce
El que abrió plaza salió con escasos bríos, obligando a Ponce a realizar una lidia de primeros auxilios, materia esta en la que es autoridad. Esa facultad le permitió sacarle al toro más embestidas de las que el animal estaba dispuesto a asumir. La muleta sanadora del de Chiva saca toro de donde no lo había. Con la izquierda, menos, porque el animal ya acusaba las tandas anteriores. Para conjurar la sosería, Ponce se puso de rodillas y se adornó para que entrara algo más de emoción en el balance de la faena. Tan por encima del toro, que apenas tuvo emoción, su habitual exhibición técnica.
Eso quedó para su segundo, que más entero fue ingrediente perfecto para las clases de toreo que da Enrique. Clases que no le gustan a todos, pero que casi nadie es capaz de aprender.
Fandi 
El Fandino es precisamente un torero demasiado terapéutico. Le exige a sus enemigos que se ganen la cebada corriendo como posesos. Tuvo suerte con su primero, que le aguantó los sprints de sus pares de banderillas, no todos tan lucidos como aclamados. Otra cosa es su capacidad para correr el toro con la mano en la testuz, hasta que el animal, agotado, renuncia y se detiene. El Fandi corre más, aguanta más. Pero El Fandi torea menos. Un toro con casta y con nobleza para sacar partido en la muleta lo desaprovechó optando por la vulgaridad, esa vieja enemiga de la Tauromaquia. El toro, puro Domecq, El Fandi, puro Fandi.En el segundo, el granadino quiso caldear el ambiente y añadió a la larga cambiada un quite por lopecinas y un par asomándose al balcón  y otro exponiendo.
La plaza se venía abajo y sobre el palco volvía a planear la bronca. Fandi, borracho de sí mismo, se abandonó a la faenreivindicando trofeos, deshaciéndose en gestos ante un excelente toro que respondía como un coloso.


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