El toreo se viste de luto para despedir a Ivan Fandiño
En apenas doce meses cuatro veces hemos llorado la familia taurina, el novillero Renato Motta, Rodolfo Rodríguez `El Pana`, y Victor Barrio y, ahora Ivan Fandiño

Fandiño ante su último paseíllo en Almería.
El vacío es desolador cuando una voz, escueta y seca, susurra al teléfono ‘ha muerto Fandiño’.
Unos minutos antes corría como la polvora que un toro lo había herido y parecía grave en una pueblecito de Francia.
Se leen y releen las noticias, buscando alguna que anuncie que acabada la corrida el torero ya volvió a levantarse, pero el toreo es tan real como que la vida y la muerte juegan sin trampas. Cuando el torero cae, no es exigencia de un guión hitchcockiano tan emocionante como falso. Cuando un torero cae, es que un padre no volverá a llamar a su hijo, y una hija no irá con su padre nunca más de la mano, es muerte real. Por eso merece respeto el toreo.
En apenas doce meses cuatro veces hemos llorado la familia taurina. Recordamos en 2016 al novillero Renato Motta, a Rodolfo Rodríguez ‘El Pana’, y a Victor Barrio y, ahora, en 2017, a Ivan Fandiño. Un respeto.
Nestor García era su apoderado. Lo era desde becerrista, y ni en los momentos buenos, ni en los malos se buscó otra solución que la de arrimar el hombro. Los dos juntos como dos quijotes en busca de gigantes, desafiando el sistema con su espada y su muleta.
Con el vestido canela y oro Nestor lo metió en la furgoneta en la calle Alcalá después de salir a hombros de las Ventas de Madrid, el sabado, con ese mismo vestido canela y oro lo velaban en una salita del hospital francés de Mont de Marsan.
En el toreo nadie reniega de las tragedias pues mientras los cobardes mueren mil veces el valiente solo una, pero aunque sea una, se lo repito otra vez, un respeto. DEP Fandiño.