Verano y soledad no deseada en Almería: la otra cara del calor
En pueblos, ciudades y playas, la soledad no deseada se intensifica en el mes de agosto en jóvenes y mayores

Programa de mayores Cruz Roja Almería
Hay veranos que no se cuentan por días, sino por silencios. Ventanas cerradas, teléfonos que no suenan, persianas bajadas. Agosto, en Almería, tiene esa cara que no sale en las postales: la de una silla vacía en el balcón, la sombra de alguien que mira la calle sin esperar a nadie. Julia, almeriense de 63 años, pensaba que estaba triste. “Pero era soledad”, dice ahora. “Te das cuenta cuando ya no puedes más, cuando no sabes cómo explicarlo”. Fue su hermana quien le ayudó a pedir ayuda. “Me sentía como si estorbara”, recuerda. Como si el mundo hubiera seguido sin ella.
No es una historia aislada. En la provincia, miles de personas —mayores y jóvenes, especialmente— enfrentan cada verano una soledad que no eligieron. Una que duele, que pesa y que, a menudo, se calla. Por eso, se trata de poner voz a quienes la viven, a quienes la combaten y a quienes, simplemente, escuchan cuando nadie más lo hace.
Soledad en cifras
Según el Barómetro de la Soledad No Deseada en Andalucía 2024, elaborado por el Observatorio Estatal (Fundación ONCE y AXA), una de cada cinco personas en la comunidad sufre soledad no deseada (22,6 %), un dato superior a la media nacional (20 %). La cifra aumenta entre mujeres (27,6 %) y personas jóvenes (30,2 %), pero sigue siendo especialmente preocupante entre las personas mayores (19,4 %). Son porcentajes, sí, pero también son nombres y direcciones. Son casas donde la televisión suena de fondo y apenas llaman a la puerta.
En la provincia de Almería, la fotografía no es más amable. Según el delegado territorial de Inclusión Social, Juventud, Familias e Igualdad, Francisco González Bellido, el 17% de la población supera los 65 años —más de 134.000 personas— y, de ellas, el 20% afirma sentirse sola. Y no son solo los mayores. Entidades como Cruz Roja Almería también señalan para LA VOZ que muchos adolescentes almerienses pasan el verano en aislamiento: sin clases, sin rutina, sin espacios seguros donde hablar.

Calle de Almería
La herida invisible en la salud
Belén Segura, psicóloga sanitaria en PsicoAlmería, atiende a pacientes que no siempre llegan diciendo “me siento solo”. A veces, lo llaman tristeza. O apatía. O cansancio. Pero en el fondo, explica, es esa brecha entre el vínculo que se tiene y el que se desea. “La soledad es una distancia entre lo que tengo y lo que me gustaría tener. Esa diferencia puede generar insomnio, irritabilidad, tristeza persistente. Y en el caso de personas mayores, incluso, deterioro cognitivo”. La mente necesita conversación. Sin estímulo, se apaga.

Belén Segura, psicóloga sanitaria en PsicoAlmería
No siempre es ausencia física. Muchos conviven con familiares o están rodeados de redes digitales, pero sin vínculos reales. “No es la ausencia de compañía. Es la ausencia de conexión. Y eso, en verano, se nota más”, afirma.
Y esa desconexión emocional no solo afecta al estado de ánimo. Según la Organización Mundial de la Salud, la soledad se relaciona con más de 871.000 muertes al año y se considera ya un factor de riesgo equivalente a fumar o padecer obesidad. Un problema de salud pública que, sin embargo, sigue pesando en silencio.
Personas mayores y soledad no deseada
En Almería, hay personas mayores que viven a cinco minutos del mar y llevan años sin pisarlo. No por falta de ganas. Por falta de compañía. “Muchos han dejado de ir al médico, de cocinar, de salir. No por desgana, sino por soledad”, resume Ángela Rodríguez Bogas, responsable del programa de mayores de Cruz Roja Almería.
La organización acompaña a más de 2.700 personas mayores en la provincia. En verano, la desconexión se agrava: centros cerrados, rutinas que se rompen, llamadas que no llegan. Cruz Roja activa programas como 'Voces en Red', talleres grupales y salidas a la playa. “Lo importante es que sientan que no están olvidados”.
Desde el Teléfono de la Esperanza —organización no gubernamental que ofrece un servicio integral y gratuito a personas en situación de crisis— también lo notan. “Puedes estar rodeado y sentirte solo”, dice Francisco Martínez, orientador desde hace dos décadas. “Lo que cambia es si tienes con quién compartir lo que te pasa”. Las llamadas aumentan cada agosto. Algunas en voz baja. Otras llenas de lágrimas. “Aquí no se juzga ni se aconseja”, explica María Isabel Orland, presidenta del centro. “Solo se escucha. Y eso, muchas veces, basta”.
El equipo contacta con mayores de pueblos como Enix o Dalías. Gente que, de otro modo, pasaría días en silencio. “Muchos nos dicen que ya no cuentan”. Y Julia lo sabe bien: “Me despertaba sin saber qué hacer. Pensaba que era tristeza, pero era soledad. Te das cuenta cuando ya no puedes más”. Fue su hermana quien le habló del Teléfono. “Me trataron como si importara. Solo eso. Que alguien te escuche sin prisa”.

25 aniversario del Teléfono de la Esperanza en Almería
Jóvenes hiperconectados, pero emocionalmente solos
Pero la soledad no entiende de arrugas ni de canas. También cala en quienes apenas empiezan a vivir. Según el Barómetro de SoledadES 2024, tres de cada diez andaluces de entre 16 y 30 años se sienten solos sin quererlo. En Almería, se ve en los institutos, en las asociaciones, en los campamentos de verano.
“Están hiperconectados, pero emocionalmente solos”, explica Germán Martín, de Cruz Roja Juventud. “Sin rutina escolar ni referentes, en verano se intensifica esa sensación de no encajar”. Muchos vienen de rupturas familiares o se relacionan solo por pantalla. “No saben cómo pedir ayuda. Pero cuando encuentran un espacio seguro, donde no se les juzgue, cambian”, asegura.

Voluntarios de Cruz Roja Almería en el programa para jóvenes
A través de talleres, grupos y actividades, Cruz Roja intenta generar vínculos reales. “A veces lo sueltan de golpe. Otras, lo callan hasta que pueden”, añade Martín. “Pero se nota. En la mirada, en una frase, en cómo se aíslan”. En el Teléfono de la Esperanza también lo trabajan, con programas como 'Cuídate y quiérete' en centros educativos, para prevenir antes de que el vacío tenga consecuencias. “Los jóvenes no siempre saben nombrar lo que sienten. Pero cuando se les da tiempo y confianza, hablan. Y ese desahogo puede marcar la diferencia”, destaca Orland.
Y ellos lo confirman. “Parezco rodeado, pero en realidad no tengo a nadie con quien hablar de verdad”. “Me siento desconectado de todo, incluso de mi familia”. “Cuando hablo con alguien sin sentirme juzgado, es como quitarme un peso de encima”. Frases que se repiten en los jóvenes almerienses. Sensaciones compartidas. Vidas que no deberían sentir una carga así tan pronto. Pero la sienten. Y la comparten, si alguien está ahí para escuchar.
Escuchar, acompañar y responder
Hay veranos que no se miden en grados, sino en ausencias. Días largos, silencios espesos, puertas que no se abren. Pero también hay veranos en los que algo —aunque sea pequeño— cambia: una voz que se cuela en mitad del vacío, una mano tendida sin condiciones, una conversación sin reloj. A veces, no se trata de salvar a nadie. Solo de mirar, de escuchar, de quedarse. De hacer saber al otro que está. Que importa. Que cuenta.
En Almería, incluso con el mar al fondo y las terrazas llenas, hay quienes viven el verano como una prueba. Pero también hay quienes resisten, acompañan, responden. Gente que llama, que escucha, que sostiene sin hacer ruido, para que la soledad, al menos por un rato, no tenga dónde quedarse.