La Voz de Almeria

Salud

Chemsex en Almería: el fenómeno invisible que preocupa a los sanitarios

Aumentan los casos de sexo bajo los efectos de drogas en entornos privados, una práctica con consecuencias físicas y psicológicas

Varios tipos de droga repartidos por la superficie de una mesa.

Varios tipos de droga repartidos por la superficie de una mesa.La Voz

Elena Ortuño
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La música retumba en el salón del piso de estudiantes. Es sábado por la noche y los vasos de cristal y las luces de colores se entremezclan en un entorno repleto de jóvenes que han acudido a la reunión con un objetivo claro. Lo han acordado a través de un grupo de una aplicación de mensajería, dedicado a encuentros sexuales. La cita es en casa de un amigo, en el centro de la ciudad. 

Allí, entre risas, deseo y líneas de polvo sobre la mesa, comienza una fiesta que se alargará hasta bien entrado el domingo. GHB, popper, metanfetamina y éxtasis van pasando de una mano a otra y, pronto, el límite entre el placer y el riesgo se vuelve borroso.

Si bien esta práctica, conocida como sexo químico o 'chemsex' -del inglés chemical sex-, ha estado presente en nuestra sociedad desde hace años, últimamente ha despertado la alerta de los profesionales de la salud. Asociada al consumo de drogas para prolongar y potenciar las relaciones sexuales, se ha detectado como tendencia al alza desde la pandemia. Así lo afirman desde Lescoms, una clínica de salud mental en Almería, especializada en drogodependencia.

El fenómeno, antes poco visible en la provincia, empieza a aparecer con más frecuencia en el día a día clínico: "Desde el Covid, factores como el aislamiento, el mayor uso de aplicaciones de citas y las dificultades emocionales que dejó la crisis han favorecido que más personas recurran al consumo de sustancias en contextos sexuales", explica el psiquiatra Guillermo Ford.

Se trata de un fenómeno cuyo aumento se ha hecho notar en las clínicas almerienses.

Se trata de un fenómeno cuyo aumento se ha hecho notar en las clínicas almerienses.La Voz

Perfiles y variantes

Según Ford, el sexo químico suele tener lugar en entornos privados, como pisos propios o alquilados u hoteles. A menudo son encuentros organizados por redes sociales y aplicaciones y, como bien afirma el profesional, "no se limita a las grandes ciudades, también ocurre en Almería". 

El perfil es marcado, pero no excluyente: "La mayoría son varones de entre 25 y 45 años, aunque también hay casos más jóvenes. Suelen identificarse con el colectivo LGTBI y tener un nivel educativo medio-alto, además de llevar una vida laboral estable", señala el sanitario, quien también recalca que el chemsex puede darse también en otro tipo de perfiles.

Entre las drogas más consumidas en el contexto del sexo químico en Almería, el psiquiatra destaca los poppers, el GHB, la cocaína, la metanfetamina y una droga legal, pero igualmente peligrosa: el alcohol. "Suelen usarse combinadas para potenciar el efecto, lo que incrementa considerablemente los riesgos", advierte el doctor.

Sustancias que se consumen con más frecuencia en las sesiones de 'chemsex', junto a su argot.

Sustancias que se consumen con más frecuencia en las sesiones de 'chemsex', junto a su argot.Ministerio de Sanidad

Consecuencias físicas y psicológicas

Tras la pandemia, Almería registró un notable aumento de casos de sida. Aunque en 2023 se logró contener este ascenso de casos de VIH, el año pasado se detectaron repuntes preocupantes en otras infecciones de transmisión sexual. 

En 2022, la provincia experimentó un incremento del 331% en la incidencia de dichas enfermedades. Según datos aportados por el Instituto de Estadística y Cartografía de la Junta de Andalucía, la clamidia fue la más común, aunque también se registraron numerosos casos de sífilis.

Estas cifras salieron a la luz al mismo tiempo que crecía la preocupación entre los profesionales sanitarios. Si bien el aumento de ITS no necesariamente tiene que estar relacionado con el chemsex, Ford sí reconoce que esta práctica aumenta la probabilidad de contraerlas

"Los riesgos físicos son muy elevados: bajo los efectos de estas drogas la capacidad de decisión se reduce, aumentando aún más la exposición a prácticas de riesgo o situaciones de las que después la persona se puede arrepentir profundamente", advierte.

Por un lado, el incremento de infecciones como VIH, sífilis, gonorrea o hepatitis C, "debido a que las relaciones suelen ser más largas e intensas y con menos protección". Por otro, drogas como el GHB, la mefedrona o la metanfetamina pueden provocar pérdidas de conciencia, intoxicaciones graves o sobredosis, especialmente al mezclarse con alcohol y otras sustancias. "También vemos casos de deshidratación, bajadas de tensión, complicaciones cardiovasculares y lesiones físicas derivadas de sesiones prolongadas sin descanso", añade.

Si bien las consecuencias a nivel físico son graves, no se pueden pasar por alto las psicológicas. Desde ansiedad y depresión hasta episodios de paranoia, brotes psicóticos o incluso ideación suicida, el sexo químico genera un vínculo entre placer sexual y consumo de sustancias que, con el tiempo, puede dificultar disfrutar de la intimidad en ausencia de sustancias: "Es común que estas personas sientan que no pueden experimentar el mismo placer sin consumir, lo que afecta a sus vínculos y relaciones".

El psiquiatra señala la gravedad de estos casos, ya que son personas que no consumen en su día a día, por lo que, a pesar de asociar el deseo y el placer sexual a las drogas, la mayoría no se ven a sí mismos como adictos: "Es una forma de dependencia muy particular y que, si no se aborda a tiempo, puede causar un gran desgaste emocional", lamenta.

Romper tabúes: una necesidad 'in crescendo'

El primer aviso suele ser casi invisible: necesitas consumir para disfrutar del sexo, y cuando no lo haces, simplemente no te apetece. La percepción cambia cuando lo que comienza como algo puntual se convierte en un hábito: se pierde el control, se buscan encuentros cada vez más frecuentes y tras ellos queda un sentimiento de vacío emocional y culpa. 

En una provincia como Almería, donde el tabú sobre el sexo y las drogas sigue pesando, hablar abiertamente de estas prácticas no es un capricho, sino una necesidad: "El silencio solo alimenta el riesgo: quieren lo practican se sientes solos, sin referencias ni espacios seguros donde acudir sin miedo al juicio", señala el psiquiatra. 

Insiste en la importancia de no estigmatizar, de crear campañas claras en entornos educativos y en formar a profesionales que sepan detectar señales y acompañar con sensibilidad: "No se trata de prohibir ni de señalar, sino de ofrecer alternativas, reducir daños y demostrar que pedir ayuda es siempre un acto de valentía", concluye.

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