Adicciones y el verano en Almería: cuando el miedo a las recaídas aumenta
La temporada estival dispara las recaídas de personas con adicción y pone a prueba a muchas familias almerienses

Jornadas en Proyecto Hombre Almería
En una casa perdida en Almería, hay un teléfono sobre la mesa. Son las once y media de la noche y aún no ha sonado. No hay mensaje, ni llamada. Solo silencio. Nadie dice nada, pero todos esperan lo mismo: una señal. Una voz que confirme que está bien. O que no lo está. Las recaídas de personas con adicción tienen este aspecto: un silencio absoluto, una madre o un padre que contiene las lágrimas, o unos hijos que buscan un porqué, aunque algunas veces no lo haya. No es una escena aislada. Muchas familias almerienses viven el verano con este mismo nudo en la garganta.
Cuando las calles de la provincia hierven de risas, la música flota desde los chiringuitos y el calendario parece suspenderse en una larga sucesión de noches tibias, hay hogares en los que el calor activa un miedo antiguo: el de volver a empezar de cero. Donde la recaída de uno sacude la vida de todos. Porque una adicción no es una falta de voluntad. Es una enfermedad —crónica, compleja y tratable— que, cuando se instala, desordena todo. Por ello, se trata de mirar hacia ahí: a los que la padecen, a las familias que sostienen, esperan y también recaen —a su manera— cada vez que lo hace alguien a quien aman. Porque detrás de cada adicción y cada recaída, hay vidas en vilo que merecen ser contadas.

Uno de los grupos de trabajo de ARA
Cifras de la provincia de Almería
El alcohol —normalizado, omnipresente— sigue liderando los tratamientos de desintoxicación en la provincia de Almería, con 466 intervenciones en 2023, consolidándose como el principal motivo de atención en los centros públicos de la provincia. Además, en 2023, según datos de la Dirección General de Atención Sociosanitaria, Salud Mental y Adicciones de la Junta de Andalucía, recogidos por el Sistema de Información del Plan Andaluz sobre Drogas y Adicciones (SIPASDA), 1.398 personas iniciaron un proceso de deshabituación en Almería.
Pero las cifras, por sí solas, no bastan. Porque lo cierto es que verano, costa y recaída caminan, muchas veces, de la mano. En lugares turísticos como Almería, donde la temporada alta multiplica los estímulos, los riesgos se disparan. Lo señala un artículo del Hospital Vithas —que cuenta con sede en Almería—. “En verano hay más contactos sociales que en los meses de frío, y eso aumenta las situaciones de riesgo”, advierte la doctora Alejandra González d’Huicque, de Vithas Aguas Vivas.
Lo confirman también otros especialistas almerienses que trabajan sobre el terreno. “Fiestas, alcohol por todas partes, visitas, cambios de horarios… Y en ciudades de costa como esta, todo se intensifica”, asegura Tamara Durillo, psicóloga en PsicoIndalo. La recaída no es un accidente, sino un proceso que se va gestando en silencio: una comida, un reencuentro, una frase mal encajada. “Y entonces, lo que parecía controlado se tambalea”, resume su compañero Gregorio Gómez.
A veces, basta con una sensación. Un recuerdo. En una palabra: nostalgia. “El verano despierta la nostalgia del consumo. Si no tienes una vida nueva bien construida, acabas queriendo volver a la antigua”, explica Juan José Olivencia, psicólogo con décadas de experiencia en Almería, en Clínica Olivencia.

Gregorio Gómez y Tamara Durillo, de la clíica PsicoIndalo

Juan José Olivencia, psicólogo almeriense especialista en adicciones
Redes de apoyo en Almería
Frente a esta realidad, en Almería hay lugares en los que una recaída no significa el final. Asociaciones como Alcohólicos Rehabilitados de Almería (ARA), Narcóticos Anónimos (NA) o Proyecto Hombre (PH) ofrecen acompañamiento no solo a quienes consumen, sino también a quienes están a su lado. ARA atiende a más de un centenar de personas entre pacientes y familiares. Su presidente, Ramón Fernández Quijano, lo explica para LA VOZ: “Una recaída siempre es difícil. Pero sin la familia, muchos no volverían”. En su sede, cada semana, los parientes de adictos asisten a grupos de apoyo. Porque la recuperación necesita de ellos. De los más cercanos.
En NA, la ayuda viene de quienes ya pasaron por lo mismo: exadictos que ahora apoyan a otros compañeros. Aquí, las recaídas no se juzgan: se acogen con un abrazo. “Una recaída se maneja con comprensión y apoyo, enfatizando la importancia de la prevención y la búsqueda de ayuda inmediata”, cuenta Emilio Torre, uno de sus miembros activos y especialista en adicciones. La familia, paralelamente, encuentra su sitio en NA: escucha, aprende y no se siente sola. Y en PH Almería, donde atienden a unas 200 personas, la visión se repite: “Una recaída puede ser una oportunidad. Lo importante es continuar. Y que la familia entienda cómo acompañar, sin romperse”, dice Ana Mazón, su directora-presidenta.

Presentación de Narcóticos Anónimos España
Los que acompañan
Las palabras de los profesionales y de las distintas asociaciones se complementan con los testimonios recogidos por LA VOZ de varios hogares almerienses que conviven con una adicción. Todos coinciden en lo mismo: la familia es un pilar fundamental. Porque cuando alguien recae, no lo hace solo. El impacto alcanza a quienes estaban ahí sosteniendo, con la esperanza puesta en que esta vez fuera diferente.
Carolina, pareja de una persona con adicción al alcohol, lo dice sin rodeos: “Volvió a consumir con una fuerza brutal. Fue como retroceder años de golpe. Y con él, caímos todos”. Lucía, hija de un paciente en recuperación, lo describe con otra imagen: “Es como ver a alguien ahogarse y no poder lanzarte a por él”.
Pero con el tiempo —y si hay acompañamiento profesional— muchas descubren algo crucial: no se puede salvar a quien no quiere ser salvado. Deben esperar a que esa persona quiera recuperarse, aunque eso implique tocar fondo. José, paciente en recuperación, lo afirma: “Los familiares tienen que acompañar, pero dejar que llegues al infierno, para ver si eres capaz de reaccionar ante la recaída cuando pierdes lo que más quieres. No dejamos de ser enfermos”.
María, madre de un joven con adicción, lo aprendió con el tiempo: “Vivía por y para él. No era mi vida. Era la suya. Ahora he aprendido a poner límites. A estar cerca, pero sin deshacerme”. Esa distancia que no es abandono, ese amor que no asfixia es lo que acaba sosteniendo de verdad. Acompañar sin desaparecer. Estar sin rendirse. Julia, esposa de un adicto, lo resume así: “Al principio lo agobiaba. Ahora él hace su camino y yo el mío. Pero el miedo ante una recaída sigue estando y, sobre todo, durante estos meses”.

Voluntariado Proyecto Hombre
Acompañar también es resistir
El verano no va a cambiar. Las terrazas seguirán llenas, las fiestas volverán cada fin de semana. Pero también continuarán los grupos de apoyo, las reuniones discretas, los abrazos sinceros de quienes, en Almería, saben lo que significa volver a empezar. Porque lo cierto es que nadie se recupera solo. Que la adicción no se cura en silencio. Y que, aunque las recaídas duelan, son parte del proceso.
A veces, un abrazo, una charla con compañeros y familias que pasen por la misma situación, una voz que diga “aquí estamos” puede ser la semilla de un nuevo inicio. Como recuerda Gómez: “La adicción destruye familias enteras. Y si no se trabaja con ellas, las arrastra”. Por eso, sostener es resistir. Y acompañar, muchas veces, es la única forma de seguir.

Voluntariado Proyecto Hombre