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John Mather, nobel de Física, en Almería: “Somos materia reciclada, todo lo que ves estuvo dentro de una estrella”

El Nobel de Física 2006 John Mather participa esta semana en las XIII Jornadas Astronómicas de Almería

John Mather, premio nobel de Física, visita Almería por las Jornadas Astronómicas.

John Mather, premio nobel de Física, visita Almería por las Jornadas Astronómicas.NASA Goddard/Taylor Mickal

Elena Ortuño
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Cuando John Mather habla del origen del cosmos, uno tiene la sensación de estar escuchando al propio universo susurrar sus secretos. Premio Nobel de Física por un revolucionario trabajo que consolidó la teoría del Big Bang, el astrofísico de la NASA es una de las mentes más brillantes de nuestro tiempo. Ha sido pieza clave en dos de los proyectos más ambiciosos de la astronomía moderna: el satélite COBE y el Telescopio Espacial James Webb.

Esta semana, Almería tiene el privilegio de recibirlo en las XIII Jornadas Astronómicas de Almería. Durante la presente entrevista, Mather ha estado acompañado por su gran amigo y colega John Beckman, astrofísico del Instituto de Astrofísica de Canarias. Fue precisamente a partir de los trabajos de Beckman que un joven Mather, entonces estudiante de doctorado, empezó a medir la radiación cósmica de fondo. Ahí nació una conexión científica y personal que ya se extiende más de medio siglo. En esta conversación descubrimos al científico, al narrador de estrellas… y al niño curioso que un día se enamoró del cielo desde una granja en Nueva Jersey.

¿Cómo era el pequeño John Mather?

Yo crecí en una granja experimental perteneciente a la Universidad Rutgers, en Nueva Jersey. Mi padre estudiaba vacas lecheras para obtener más leche y de mejor calidad. Supongo que ahí empezó todo. Con unos ocho años, me llevaron al museo de Nueva York y vi un espectáculo en el planetario, un meteorito gigante, esqueletos de dinosaurios y exposiciones sobre volcanes. Pensé: "Esto es realmente fascinante".

Y ahí se interesó por la física y la astronomía.

Sí, empecé a leer todo lo que caía en mis manos sobre ciencia y biografías de científicos como Darwin o Galileo. Vivíamos en el campo, así que no tenía muchas oportunidades de acceso a contenidos avanzados, pero mis padres buscaban maneras de estimularme. En el instituto empecé a ir a escuelas de verano donde podía estudiar física y matemáticas. 

Eso fue lo que me lanzó. Estudié Física en la universidad. Me fascinaban la relatividad y la mecánica cuántica. Después vino el posgrado, y tuve que buscar un tema para la tesis. Algunos estaban empezando a medir la radiación cósmica de fondo de microondas. Y así comenzó mi carrera.

Una carrera que lo llevó primero a trabajar en la NASA y luego a ganar un Premio Nobel junto a su compañero George Smoot.

Sí, la NASA pidió propuestas para nuevas misiones espaciales y yo pensé que sería importante intentar medir la radiación cósmica desde el espacio. Ese fue el proyecto que nos llevó al Nobel en 2006. La verdad, no pensé que funcionaría. Cuando tienes 28 años, no crees que nada vaya a salir bien. En 1989 lanzamos el satélite. En pocas semanas pudimos confirmar la teoría del universo en expansión, lo que la gente llama el Big Bang, y medir su espectro.

Dio respuesta a una gran pregunta, pero aún quedan muchas por resolver. ¿Cuál es, en su opinión, la gran pregunta que los astrónomos aún no han podido responder?

La física moderna se enfrenta a tres grandes enigmas que la astronomía ha puesto sobre la mesa. El primero es la materia oscura: aunque podemos ver estrellas, gas y polvo, no es suficiente para explicar la gravedad necesaria que mantiene unidas las galaxias. Tiene que haber una masa invisible que sigue siendo un misterio tan complejo que pocos se atreven a enfrentarlo.

El segundo es la energía oscura, aún más desconcertante: el universo no solo se expande, sino que lo hace cada vez más rápido, y esa fuerza desconocida que impulsa la aceleración ha sido bautizada con ese nombre.

El tercer misterio es la inflación cósmica, una expansión repentina ocurrida justo después del Big Bang. Es la única forma de explicar por qué regiones muy distantes del universo tienen hoy la misma temperatura, como si hubieran estado en contacto en el pasado. Y más allá de estos tres pilares, surgen preguntas aún más complejas: ¿cómo se formaron las galaxias? A partir de ahí, las cosas se complican mucho: ya no hablamos solo de leyes físicas, sino de procesos complejos como el clima o la química. Cada galaxia, cada estrella, tiene su historia única.

¿Podría la inteligencia artificial ayudarnos a resolver alguna de esas preguntas?

Ya hemos empezado a usar aprendizaje automático. La IA puede ayudarnos a encontrar patrones que el ojo humano no ve. También nos ayuda con simulaciones: le decimos al ordenador que nos diga cómo estos puntos evolucionarían hasta formar galaxias. Es un problema matemático muy difícil, pero la IA está ayudando a resolverlo.

Y luego está la evolución de las estrellas. Cuando explotan, liberan elementos químicos como el carbono, el oxígeno, el hierro... Todos los elementos que ves en este edificio en el que nos encontramos no estaban en el Big Bang. Somos materia reciclada. Todo lo que ves estuvo dentro de una estrella.

¿Qué otras tecnologías nuevas se usan?

La más importante es, sin duda, la tecnología espacial. Tener telescopios fuera de la atmósfera de la Tierra nos permite observar mucho mejor. Mi segundo gran proyecto fue el telescopio espacial James Webb, que observa en el infrarrojo, y eso permite hacer cosas que antes eran imposibles.

El Observatorio de Calar Alto, en el término municipal de Gérgal.

El Observatorio de Calar Alto, en el término municipal de Gérgal.La Voz

¿Y qué ha ayudado a descubrir el James Webb? 

Que las predicciones sobre la formación de galaxias resultaron ser incorrectas. Ahora toca replantearse cómo el Big Bang dio lugar a las galaxias. Tampoco está claro si las galaxias crean los agujeros negros o al revés. La mayoría tiene uno en el centro, muy masivo pero pequeño en tamaño; algunas, sin embargo, no. Es probable que sea la galaxia la que lo genera, aunque no es seguro.

Y persiste la gran pregunta: ¿estamos solos? En la Tierra, la vida surgió poco después de formarse los océanos, lo que sugiere que no es tan improbable. Pero la vida inteligente ha tardado miles de millones de años en aparecer, lo que podría indicar que es extremadamente rara.

¿Cree que la llegada de Trump a la presidencia afectará a tu trabajo o al de la NASA?

Es un gran cambio, pero es solo el inicio del proceso. El Congreso tiene que aprobar los presupuestos, y aún no lo ha hecho. Así que no sabemos qué pasará.

Tendremos que esperar. ¿Alguna vez ha dudado del rumbo que está tomando la investigación cosmológica?

Creo que vamos en la dirección correcta: miles de científicos trabajan en proyectos importantes, aunque puede que algunas respuestas sean inalcanzables. Por ejemplo, todos los intentos de detectar materia oscura en laboratorio han fallado, pero eso no significa que estemos equivocados, solo que es muy difícil. Sabemos que nos falta algo, pero los astrónomos solo podemos observar.

En astronomía, como en biología, cada estrella y cada planeta es distinto, con su propia historia. Esa diversidad es parte de su complejidad y su encanto. ¿Es la Tierra especial? Lo parece. No hemos hallado sistemas solares con una estructura como la nuestra, aunque puede que sea porque aún no tenemos la tecnología adecuada. Uno de los grandes retos es construir un telescopio capaz de detectar planetas como la Tierra. Si encontramos una atmósfera con oxígeno, agua y dióxido de carbono, será una señal clara de vida. Aún no podemos hacerlo, pero estamos en camino.

Para terminar, ¿algún mensaje para los jóvenes científicos que quieren estudiar el universo?

Este es un momento apasionante para ser científico. Estamos descubriendo cosas muy rápido, y lo que descubrimos es importante para el mundo. Tenemos que protegernos de lo que estamos causando: contaminación, cambio climático, enfermedades... Y también disfrutar de la alegría de descubrir y conocer nuestra historia. Incluso proteger el planeta de los asteroides. Ya hemos empezado: sabemos dónde están la mayoría de los asteroides peligrosos, seguimos buscando los pequeños, e incluso hemos desviado uno golpeándolo con una pieza de metal. Funcionó. Vamos avanzando. Y eso inspira mucho. Es parte del trabajo de mantener viva a la humanidad durante muchos siglos más.

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