Un total de 4.473 aspirantes a docentes se presentaron a finales de junio a las oposiciones en Almería. En Andalucía, 41.808 personas compitieron por 7.885 plazas: solo uno de cada cinco logrará su objetivo. Algunos se enfrentan por primera vez a la prueba; otros, repiten tras varios intentos.

El proceso de opositar es, para miles de personas, una apuesta total por un futuro estable. Sin embargo, detrás de los números y las estadísticas, se esconde una realidad emocional y psicológica compleja. Adrián Nanclares, psicólogo general sanitario y ex opositor, lo resume así: “Empezar en una oposición equivale a que tu tiempo de estudio prácticamente se convierte en todo el día. Es una carrera de fondo, con precariedad y sacrificio, y tu autoconcepto cambia, tanto para ti como para tu entorno”.

El opositor no solo carga con sus propias expectativas, sino también con las de su familia y amigos. “Crees que los demás esperan que lo vayas a sacar, te esfuerzas para que vean que lo estás consiguiendo”, apunta.

La falacia del esfuerzo

El proceso está plagado de lo que Nanclares llama la “falacia del esfuerzo”: la idea de que quien se sacrifica lo suficiente, consigue plaza. Pero la realidad es más compleja. “Existen muchas variables que juegan el día del examen. Una variable que puedo controlar es el tiempo que dedico al estudio, cómo organizo mi día o mis descansos. Pero después hay otros factores externos que no podemos controlar”.

El psicólogo, que trabaja en la Fundación Márgenes y Vínculos, pone ejemplos: tras años de estudio, un imprevisto personal o una mala noche pueden condicionar el rendimiento. “Puedes llevar estudiando dos años, ocho horas todos los días. Pero llega el día del examen y, por ejemplo, se muere tu abuelo. O descansas poco esa noche y todo se ve influido”. Los altos niveles de ansiedad, advierte, afectan directamente a la memoria y la concentración.

La autoestima, en juego

No basta con aprobar. La nota de corte o la media pueden dejar fuera a candidatos que han superado el examen. “Puedes aprobar la oposición y no tener plaza. Eso afecta a la autoestima. Todo tu autoconcepto se demuestra en un único momento, el examen, y si fallas, el golpe es duro”, reconoce. Surgen entonces los pensamientos intrusivos: “¿Cómo es posible que no haya sacado esto?”.

Insiste en distinguir entre variables internas y externas. “El hecho de no aprobar no significa que no seas válido. Hay que pensar en esas variables externas”. Las técnicas de estudio recomendadas por preparadores rozan a veces la obsesión: “Forrar la pared del cuarto, estudiar en el autobús o incluso en el baño. Puedes sostener ese ritmo una semana, dos, un mes… pero después de un año es insostenible. Se puede llegar a convertir incluso en una obsesión”.

Estrés y aislamiento

La oposición implica, en muchos casos, aislamiento social y precariedad laboral. “Tienes que recortar tus planes, decir que no a amigos y familia. Muchas personas opositan sin trabajar o con empleos precarios. Si no es por tiempo, es por la precariedad que supone”, señala.

El estrés es inevitable y tiene base biológica. “La amígdala es el sistema cerebral que activa la respuesta de huida o lucha. Ahora, nuestra selva es de asfalto y hormigón”, explica. Cuando detecta peligro, el cuerpo libera cortisol, aumenta la frecuencia cardíaca y la atención se dispersa. “Si el cuerpo está en ese estado de estrés tan elevado, no nos va a permitir concentrarnos ni recordar lo que sabemos. Puedes quedarte en blanco o distraerte con cualquier estímulo externo”.

"Es importante tener un estudio efectivo y de calidad"

¿Cómo gestionar los nervios? Nanclares recomienda entrenar técnicas de relajación y visualizar el momento del examen. “Hay personas que llegan con auriculares para aislarse. Es importante entrenar el sistema nervioso para rebajar los nervios en situaciones estresantes”.

Un desafío emocional

La conclusión de Nanclares es clara: “Es importante tener un estudio efectivo y de calidad. Para eso tienes que conocer tus ritmos de estudio a lo largo del día”. Opositar, más allá de una prueba de conocimientos, es un “desafío emocional y psicológico que exige autoconocimiento, gestión del estrés y, sobre todo, autocuidado”.