Crónicas del ayer: Javier Verdejo, el estudiante muerto de un disparo cuando hac
Uno de los episodios más oscuros de la transición en la provincia de Almería
El magistrado Roberto García Calvo, era el Gobernador Civil de Almería cuando ocurrió la lamentable muerte de Javier Verdejo Lucas. Cuarenta y seis años después de su muerte, la calle de San Miguel del Zapillo sigue siendo el escenario de uno de los episodios más oscuros de la transición en la provincia de Almería, aunque exista la terraza de verano, ni el muro donde Verdejo Lucas dejó impreso en rojo parte de un mensaje inacabado Pan, T (Trabajo y libertad) antes de caer abatido por el disparo de un Guardia Civil, quien separado del cuerpo pasó los últimos años de su vida en la barriada del Alquián.
Era la madrugada del 13 al 14 de agosto de 1976 y en esas fechas España vivía una situación sociopolítica un tanto compleja. El dictador Franco había muerto unos meses antes y se iniciaba tímidamente la andadura hacia una incierta democracia para muchos. Las ideas políticas para otros estaban muy confusas.
Francisco Javier Verdejo, hijo de un exalcalde de Almería y procedente de una familia conservadora, conocida y respetada en la capital, tenía solo 19 años cuando la bala de un subfusil le destrozó la garganta.
El entonces presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, se encontraba disfrutando de unos días de descanso en la barriada de Cabo de Gata. Allí pasaba unos días de asueto, rodeado de toda la fauna política almeriense del momento. Una de sus hijas había sido coronada esa misma noche como reina de las fiestas.
Por la pintada Pan, T (Trabajo y libertad), Francisco Javier Verdejo, militante de la Joven Guardia Roja, rama juvenil del Partido del Trabajo de España, y delegado de curso de primero de Biológicas en la Universidad de Granada, murió alevosamente de un disparo en dramáticas circunstancias.
Esa noche el joven no estaba solo. Otros tres compañeros vigilaban el callejón mientras con pintura roja realizaba la pintada. Fueron ellos quienes dieron la voz de alarma al hacer su aparición en la zona dos agentes de la Guardia Civil. Los cuatro jóvenes salieron corriendo. Francisco Javier en alocada carrera en dirección a la playa. De entre las sombras surgieron las figuras de los guardias civiles que se encontraban patrullando la playa armados con subfusiles Cerca de la orilla, un proyectil alcanzó de lleno a Verdejo cayendo mortalmente herido.
La versión oficial transmitida a los medios de comunicación de Almería hablaba de un desafortunado accidente: el agente durante la persecución tropezó y se le disparó el arma, alcanzando al joven en la garganta. Fue una explicación jamás creída ni compartida por la militancia de la izquierda. La explicación oficial que la Guardia Civil ofreció en su momento fue que sorprendió al grupo de jóvenes y que estos salieron corriendo. Les dieron la voz de 'alto' sin obedecer las indicaciones de los agentes.
Una versión que enarboló el entonces gobernador civil Roberto García Calvo, quien con el paso de los años, en democracia, llegaría a ser magistrado del Tribunal Supremo. El Gobierno Civil no dudó en amenazar con el uso de la fuerza que llegó a utilizar cuando la gente comenzó a reunirse para protestar por el trágico hecho. Se detuvieron a diez personas, entre ellas a un periodista y a cuatro menores de edad.
El día del entierro del joven miles de personas se congregaron en la Plaza de San Pedro, mostrando abiertamente su indignación y su rabia. Precisamente en esta plaza, sobre las diez y media de la noche habían quedado el grupo de jóvenes soñadores convertidos en idealistas de la democracia ansiosos de buscar otro mundo diferente.
El Partido del Trabajo aseguró que el levantamiento del cadáver en la playa se hizo en presencia de un juez, pero al partido no le cuadraba un detalle. El hallazgo de restos de sangre en una caseta de baño. Tomaron una muestra y la mandaron a analizar a Madrid para corroborar si se trataba de la de Javier Verdejo. El juzgado militar zanjó un asunto que años después se sigue rememorando.
Cuando se celebró el décimo aniversario del suceso, el Ayuntamiento le rindió un homenaje y le dedicó una calle en el barrio de San Luis. Rafael Alberti, con su poesía, el cantaor almeriense Pepe Sorroche, con su música, o el pintor Jorge Castillo, con sus acuarelas, también expresaron su dolor y recordaron su figura.