La Voz de Almeria

Roquetas de Mar

El carpintero de la parroquia del Rosario

José Borbalán rememora la construcción del retablo

Pepe Borbalán, ante la puerta que él mismo arregló a finales de los 50.

Pepe Borbalán, ante la puerta que él mismo arregló a finales de los 50.

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El mismo día en que cumple 92 años, cuando se cumple también la efeméride por la muerte de Jesús de Perceval y en plenas fiestas patronales de 2014, José Borbalán, conocido como Pepe, cruza las puertas de la iglesia parroquial Nuestra Señora del Rosario tras décadas sin visitar la zona, a petición de ROQUETAS AL DÍA. “¡Ha cambiado todo tanto!”, suspira al mirar a su alrededor. “Estos remaches en cruz en el portón los puse yo mismo, para reforzar el portón; me sobraron unos cuantos que todavía guardo en mi casa, a saber dónde están...”


No es capaz de situar fechas exactas, y necesita recorrer el templo para recordar cada rincón, puerta y decoración que pasaron por sus manos. “Ésta la hice yo”, dice en referrencia a la entrada a la sacristía, pero el techo de la nave central está ahora mucho más alto, es más nuevo”, especifica el carpintero.


De hecho, cuenta que en ese tiempo, “el techo era entero de madera y estaba en muy malas condiciones, así que tuvimos que arreglarlo y ponerlo de cemento”, a pesar de que actualmente vuelve a poseer la estructura original de madera.


Colonización
Pepe Borbalán fue el jefe de carpintería durante las obras de reparación de la iglesia tras la grave destrucción sufrida durante la guerra civil, ya que su construcción está fechada en el siglo XVIII bajo la autoría del arquitecto madrileño Ventura Rodríguez. “Yo tendría unos 40 años, así que debió de ser en los años 50”, intenta calcular al bucear en su memoria. La pista se encuentra en las referencias a la obra de Jesús de Perceval. El retablo de la parroquia fue realizado en 1957, y fue entonces cuando se llevaron a cabo los trabajos de los que habla Pepe.


“Estuvimos meses trabajando aquí, yo como encargado de mi empresa, Carpintería Duarín, porque no sólo fue la iglesia, también trabajamos en las escuelas y en las viviendas de colonización”, apostilla el almeriense que reside en el barrio del Zapillo de la capital.


Él sólo, o a veces “acompañado por algunos ayudantes”, recorría los kilómetros del Cañarete a primera hora. “Veníamos temprano, en bicicleta, aunque si teníamos que traer materiales en el camión, aprovechábamos el viaje desde Almería”, detalla. Una distancia que ahora recorren los almerienses en pocos minutos pero que en los años 50 obligaban al carpintero a separarse durante días de su familia. “Muchas veces, nos quedábamos a dormir aquí, en una fonda que había”, relata mirando a su alrededor, tratando de descubrir algún vestigio de entonces, “pero no te la sé situar; todo esto ha cambiado mucho”, y José levanta la vista hacia los altos edificios de varias plantas que enmarcan la plaza, decorados en estos días con banderillas y luces por las fiestas.


Vuelve su mirada a la iglesia, donde las campanas avisan del inminente inicio de la celebración eucarística del septenario en honor a Nuestra Señora del Rosario. “Lo que no tenía la iglesia era torre, se construyó entonces”, rescata del recuerdo.


Y presidiendo la nace central, el famoso retablo de Jesús de Perceval. “¿Que si era igual que ahora? No lo sé bien. Sí recuerdo que Perceval trajo el retablo pintado, y que era exigente con la calidad de los materiales que se utilizaban. A mí me pedían listones de madera secos y sin nudos,y ése fue mi trabajo principal; luego los albañiles lo colocaban según sus instrucciones. Lo que me valió una bronca con él”, comenta con una sonrisa. La misma que se dibuja al observar ahora su trabajo, 50 años después.


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