El almeriense que lleva un cuarto de siglo transformando el turismo en su pueblo
Emilio Ojeda cumple 25 años al frente de la Oficina de Turismo de Roquetas de Mar

Emilio Ojeda a las puertas de la Oficina de Turismo de Roquetas de Mar.
Emilio Ojeda Carrasco, es sinónimo de turismo en Roquetas de Mar, un verdadero emblema de la ciudad. A sus 62 años, Emilio no solo es una institución en el sector, sino el alma que ha hecho de su pasión un motor que mueve y emociona a todos los que cruzan la puerta de la Oficina Municipal de Turismo.
Emilio, lleva 25 años al frente de este lugar, y su dedicación no tiene precio. Como él mismo dice con firmeza: “Mi trabajo no lo hago por dinero, si lo hiciera por dinero me dedicaría a otra cosa. Esto lo hago porque es mi vida, es mi pasión”. Y no hay duda de que esa pasión se percibe en cada palabra, en cada gesto, cuando recibe a los turistas con una sonrisa y les abre las puertas, no solo de su oficina, sino de Roquetas de Mar.
Solo bastan unos minutos observando a Emilio interactuar con los turistas para entender que este es el oficio para el que nació. Conoce cada rincón de Roquetas de Mar, sus 18 kilómetros de costa, sus monumentos, sus tesoros ocultos. Se convierte en un narrador incansable, dispuesto a compartir la magia de su tierra con quien esté dispuesto a escuchar.
“Visiten el Castillo de Santa Ana y sus exposiciones temporales. No se pierdan el faro ni el paseo por el centro. La plaza de toros, con su museo taurino, es una joya local. Y, por supuesto, la gastronomía de nuestra tierra, que es un regalo para los sentidos”, recomienda Emilio, mientras su entusiasmo no tiene freno.
A continuación, continúa con las 11 iglesias que adornan la ciudad, destacando la Parroquia de la Virgen del Rosario, hogar de las obras del indaliano Jesús de Perceval.
Si le dejas hablar, podrías escucharlo durante horas y horas, pero Emilio no se queda solo en Roquetas. Como un verdadero embajador del turismo, Emilio extiende su conocimiento a la capital, hasta Adra en el Poniente, Pulpí en el Levante, María en la Sierra de los Vélez, los Filabres o hasta la Alpujarra Almeriense. “Y si quieres, sigo con la de Granada”, bromea este roquetero con su contagioso sentido del humor.
Pero la historia de Emilio no siempre fue esta. Hace 25 años, Roquetas era ya un lugar reconocido, pero el turismo que llegaba era muy distinto al de hoy. “Al principio, el turismo estaba centrado en el sol y playa, en grandes hoteles con todo incluido, y la gente no salía a descubrir el lugar”, recuerda.
Fue entonces cuando Emilio, con su incansable energía, asumió los retos que se le presentaban. “Cuando llegué a la oficina, me encontré con varios hándicaps. El primero, el viento; el segundo, las playas de piedras; y el tercero, la profundidad de las playas”, comenta con una sonrisa.
Con el paso del tiempo, Emilio fue transformando esos obstáculos en oportunidades. “Las playas de Roquetas no son de piedras, son de arena inteligente. Una arena que se cae sola cuando me seco, que permanece allí para que la disfruten otros”, explica con orgullo. Y sobre el viento, tiene su propia teoría: “Cuando sopla el poniente, podemos ver el fondo marino. El agua está fría, pero eso permite disfrutar de otras actividades. Y cuando es levante, el agua se enturbia, pero no porque esté sucia, sino porque el viento limpia el mar de todo lo que no debe estar ahí. Estamos hablando de playas con la Q de calidad”, asegura con firmeza.
La profundidad de las playas tampoco fue un obstáculo. “A los niños les ponemos manguitos y listo, porque aquí nos gusta nadar, disfrutar del mar sin tener que preocuparnos de que nos hinquemos de cabeza en la arena”, afirma entre risotadas.
Pero los retos no se detuvieron ahí. Emilio se dio cuenta de que Roquetas carecía de planos turísticos y se puso manos a la obra. Hoy, su oficina es un hervidero de visitantes, algunos días son más de 100 los turistas que pasan por allí y todos se llevan no uno, sino tres planos de la ciudad.
“Estos planos los hice yo, a mi imagen y semejanza”, comenta con orgullo. Además de describir los puntos de mayor interés, Emilio proporciona horarios, teléfonos útiles, recomendaciones de restaurantes y bares, e incluso información sobre transporte urbano. Para él, lo más importante es la empatía: “Tienes que ponerte en el lugar de los demás, pensar en cómo te gustaría que te trataran y qué te gustaría saber de un lugar”. Y esa empatía es la que ha hecho de Emilio un técnico turístico excepcional, una persona que no trata a los visitantes como clientes, sino como amigos.
Roquetero de pura cepa, Emilio lleva las raíces de su ciudad en el alma. “Soy de Roquetas, de padre y madre. Mi familia es conocida en el pueblo, mi abuelo era juez, y aquí todo el mundo nos conoce”, cuenta con una sonrisa nostálgica.
Tras una vida entera entregada al turismo, Emilio reconoce que su labor es sacrificada y, a menudo, poco agradecida. “Cuando llegó el COVID, lo agradecí, porque llevaba mucho tiempo sin ver casi a mi hija”, dice, haciendo una pausa para reflexionar. Sin embargo, es imposible no notar en su voz y en su mirada que Emilio es un torbellino imparable, una fuerza de la naturaleza que ama lo que hace y contagia su entusiasmo a todos los que tienen la suerte de cruzarse en su camino.
Hoy, 25 años después de su llegada a la Oficina Municipal de Turismo, Emilio sigue siendo esa chispa incansable que ilumina Roquetas de Mar, un verdadero embajador de su tierra, que cada día demuestra que el turismo es mucho más que una profesión: es una pasión que se lleva en el corazón.