La puerta de Nomad Estilo, en la calle Ferrocarril Minero número 29, en Aguamarga, se abre como un cuaderno de viaje. Desde fuera, su escaparate parece detenido en el tiempo: lino, cerámicas inspiradas en el Cabo de Gata, muebles, vestidos veraniegos, objetos que huelen a tierra, a mar y a memoria. Dentro, la luz ilumina despacio e invita a quedarse a todo el que entra. 

En el corazón del pueblo nijareño, esta tienda es más que un lugar donde comprar. Es un espacio en el que se respira calma. Y allí, casi como una anfitriona silenciosa, está ella: Simone Topolski, fundadora, diseñadora y espíritu inquieto que lleva una década creando historias en cada diseño.

—Creo que podríamos hacer algo original, algo que te represente.

—Me gusta la idea —responde Topolski, dejando escapar una risa tranquila, como si llevara años esperando esta conversación—.

 

Topolski nació en Guildford, en el sur de Inglaterra, hace 46 años. Pero si uno quiere entender de verdad quién es, hay que mirar más allá de los mapas. Hay dos lugares que la definen. Uno está en el corazón de Notting Hill, con sus mercados, su estética cuidada y su pulso incesante de ciudad. El otro, a miles de kilómetros, en el Cabo de Gata, entre casas encaladas, olor a tomillo salvaje y playas que se sienten. El primero la formó. El segundo, la transformó. Y en ese contraste nació Nomad Estilo: una tienda conceptual, una experiencia sensorial, una forma muy suya de estar en el mundo.

—¿Cómo llega la Simone de 2015 a enamorarse de un rincón como el Cabo de Gata?

—Yo buscaba algo distinto. Venía de vivir y trabajar en Londres, en el diseño de interior de hoteles, restaurantes. Conocí la zona con mi expareja, alquilamos una casa en Fernán Pérez y vivimos un tiempo rodeados de cabras y vecinos ‘hippies’ alemanes. Y entre todo esto sentí algo. Una conexión. 

La escena parece sacada de una película: una mujer inglesa que deja atrás el ritmo urbano para aterrizar en mitad del desierto almeriense, sin apenas hablar español, en un entorno en el que la naturaleza lo es todo. Y sin embargo, lejos de marcharse, se quedó. Y de esa conexión surgió Nomad Estilo Aguamarga.

—¿Cómo fue ese inicio?

—Casi por impulso. Un día vi el local en Aguamarga y sabía que tenía que ser mío. No tenía plan, ni sabía qué haría, pero me lancé. Empecé con muy poco, pero con una idea clara: crear algo diferente.

Lo que comenzó casi como un acto de fe, se convirtió en un espacio con alma. Incluso, ha llegado a abrir Nomad Estilo San José. No son solo comercios. Son lugares en los que cada visita es un pequeño viaje.

—¿Cómo definiría Nomad Estilo con una sola palabra?

—Maravilla. ‘Wonder’ en inglés. Es una forma de ver el mundo. La definiría también como una tienda que tiene un poquito de todo y un sitio en el que los productos —colores, texturas, olores— te conectan con el lugar, con una sensación.

—¿Y el Cabo de Gata?

—Alma. 

Habla despacio, con voz suave, como si pensara cuidadosamente cada palabra. Lo que ella transmite es una historia ligada a su querido Cabo de Gata.

—¿Qué imagina cuando piensa en el Cabo de Gata?

—Me vienen a la mente imágenes: el sol sobre las piedras, el olor a tomillo salvaje, los paseos con mis perras entre el rocío. Esta zona me inspiró desde el primer día. Aquí aprendí a ir más despacio. A reconectar.

Y esa reconexión se traduce también en una conciencia profunda por el entorno. Topolski, como la que cuida su propio hogar, elige marcas sostenibles, como las danesas Madam Stoltz o Bloomingville y otras como Bintu, de accesorios artesanales, la cual ha sido creada por la ONG 'Child Heroes' para ayudar a jóvenes, especialmente mujeres, en África.

—¿Por qué es tan importante el compromiso con marcas sostenibles?

—Porque estamos en un parque natural. Vivimos en un entorno que debemos proteger. Trabajo con marcas que utilizan materiales reciclados, con proyectos éticos, comercio justo… Siempre he querido que Nomad tuviera una filosofía. Que quien entre no solo compre algo bonito, sino algo con conciencia.

Conciencia sobre lo que significa el Cabo de Gata. Lo que implica vivir en él. Inspirarse en él. Dar rienda suelta a su creatividad aquí. Detrás de cada objeto que vende hay un relato. Y Topolski lo sabe.

—¿Tiene algún rincón del Cabo de Gata que le inspire especialmente?

—Muchos. Pero la Cala de Enmedio me vuelve loca. También el olivo milenario en La Joya de Almería o la vista desde los Escullos. También recuerdo que cuando vivía en Fernán Pérez salía cada mañana a pasear y volvía con mis perras oliendo a tomillo salvaje. Es un rincón especial.

Hace una pausa. Sus palabras llevan el peso del recuerdo. El de una persona que llegó sola, sin manejar el idioma. El de alguien que ahora ha encontrado en el Parque Natural la gente y el lugar que la han acogido como una más. Por eso, Topolski también colabora con otros proyectos de Aguamarga. Ella quiere mejorar el pueblo, velar por él, a través de su arte.

—Como en otras ocasiones, ha llevado su universo más allá de las puertas de Nomad: su propia exposición de arte en el restaurante La Villa. ¿Qué ha significado?

—Volver a los principios. Así es el nombre de la exposición también. Es una mezcla de grabados, objetos decorativos, piezas inspiradas en la naturaleza del Cabo de Gata, en sus aguas… En el fondo, creo que es mi reflejo personal. Supongo que la mujer de esas obras soy yo. 

Sin alardes, pero con la serenidad de quien ha hecho un trabajo honesto, íntimo, necesario. Un regreso al origen, sin máscaras.

—¿Cómo se sienten los diez años de Nomad Estilo Aguamarga?

—Muy agradecida. Pero también preparada para cerrar un ciclo. Ahora mismo las dos tiendas, la de Aguamarga y San José están en venta. Quiero explorar otros caminos creativos. Tal vez escribir un libro, volver al arte. Sé que la vida va por etapas y, aunque esta ha sido maravillosa, es el momento de comenzar otra.

Una etapa que ha dejado huella. En ella y en quienes han cruzado las puertas de Nomad Estilo. A veces, bastan unos cuantos objetos, una tienda simple frente a la plaza y una conversación tranquila para entender que hay proyectos que nacen del alma y que, cuando se hacen con sinceridad, se quedan en el corazón, como el Cabo de Gata.

—No hay más preguntas, Simone.

—¿Segura? —dice, riendo—. Diez años dan para mucho.