Paco 'El Malagueño', un maestro en la albañilería
Después de la mili 'El Malagueño' volvió a Adra donde siguió el oficio de su padre y se ganó una buena fama en el pueblo

: Paco ‘El Malagueño’ en 1987 en el centro de la imagen realizando tareas.
Francisco Jiménez Marfil, nació en la ciudad de Málaga el 29/10/1942, en plena postguerra, en el seno de una familia y un barrio humilde. Aquella fue una época dura para las clases populares, y aún más en una gran ciudad, donde todo había que comprarlo a diferencia de los pueblos donde, por ejemplo, los agricultores comían lo que criaban.
Su padre era albañil, al igual que su abuelo. Sus padres Carmen y Juan, tuvieron a él como primogénito, además de dos hermanas más Carmen y Dolores.
Sus primeros años de colegio los cursó en alguna escuela de barrio no reglada, de las muchas que había en aquella época, hasta que un poco más mayor entró en una escuela religiosa para familias humildes, de la Orden de los Salesianos.
Allí destacaba como muy buen estudiante ganando varios premios, así como una pequeña imagen de María Auxiliadora que aún le sigue acompañando y teniéndole gran fe.
En aquellos años no había mucho trabajo ni siquiera en una gran capital como Málaga, así que a través de un gran empresario de la época que tenía una fábrica de conservas en Málaga y otra en Adra, y que necesitaba albañiles cualificados fue como recaló en Adra, Juan “El malagueño”, para trabajar en la fábrica de Adra.
Al principio se vino solo, pero había mucho trabajo por hacer, muchas mejoras en la fábrica e incluso una vivienda burguesa junto a la fábrica famosa de conservas Santa Isabel, que Don Joaquín Vázquez se hizo construir junto a la fábrica.
Vivienda que tuvo su hijo Francisco Javier, la ocasión de visitar antes de que la derribaran para construir bloques de pisos, y la cual constaba de jardines privados, piscina y hasta capilla propia.
Transcurridos uno meses trabajando en Adra, solo y sin la familia, y dada la ingente cantidad de trabajo que restaba por hacer, Juan “El Malagueño”, padre de Francisco, consiguió que Don Joaquín Vázquez le consiguiera una vivienda en el pueblo, le hiciera la mudanza de toda la familia y por supuesto seguir trabajando para él. Corría el año 1954.
Lo que parecía principalmente pasar un tiempo corto se convertiría en una estancia para siempre. Así fue como toda la familia recalaron en Adra e hicieron su vida.
Al llegar a Adra, y escolarizar a sus tres hijos, un niño de 12 años, Francisco, nuestro protagonista, junto a sus dos hermanas. Se daba el caso concreto de que Francisco, según les dijeron, estaba académicamente muy preparado para estar en una escuela primaria, existiendo la paradoja que Francisco carecía de título alguno, primero por venirse antes de acabar la etapa educativa en Málaga, ni tampoco aquí en Adra pues a los pocos días de estar en el colegio, les recomendaron que al estar tan avanzado en conocimientos, sería inscrito en la Escuela de Formación Profesional de Adra.
En el centro comenzó en la rama de mecánica y metal donde hubo un hueco, pero tras unos pocos días un maestro de dicha escuela observó que aquello no le gustaba y le propusieron pasar a la rama de carpintería donde aquello si se le daba de lujo y además le gustaba, llegando a terminar destacando con sus trabajos.
Paradójicamente, su hijo mayor, Francisco Javier, nos cuenta que con el devenir de los años y ya de mayor, quiso conseguir un pergamino que acreditase sus años de formación como carpintero.
Al dirigirse al centro educativo, un antiguo profesor le dijo que tras la riada de 1973 los documentos en papel se habían perdido y dado que por entonces no existía la informática, estos, se habían perdido para siempre.
Muy perfeccionista
Francisco Jiménez Marfil “El Malagueño”, siempre destacó por su buena cabeza para los cálculos y los números, así como para las tareas manuales y de precisión como la carpintería y más tarde la albañilería.
Siempre obtuvo muy buenas notas y otros con peor perfil académico siguieron estudiando y consiguieron lo que en aquella época se denominaba maestría industrial en las diferentes ramas de la formación profesional, en este caso, él podría haberlo estudiado en la rama de carpintería en Almería.
Pero ni su familia tenía posibles, ni se interesó, ni tampoco contaba con el apoyo de nadie y así fue como acabo su periodo de estudio y empezó a adentrarse en el ámbito laboral.
Tras acabar su formación como carpintero y no encontrar trabajo como carpintero, no tuvo más remedio que arrimarse a trabajar junto a su padre, que por entonces aún seguía trabajando en la fábrica de don Joaquín Vázquez y donde estuvieron trabajando durante varios años.
Por diversas circunstancias Francisco “El Malagueño” empezó a trabajar como oficial de albañil, a cargo de su padre y a veces con peones mucho mayores que él. Pero su inquietud, le hizo probar a trabajar fuera de la influencia de su padre, se fue a trabajar a destajo con una promotora que estaba haciendo viviendas sociales en la cuesta del faro de Adra.
Allí estuvo hasta que se fue al Servicio Militar destacando y ganando bastante dinero para lo que era lo habitual en aquellos tiempos, dado que era una forma de trabajar por metros y si eras bueno y rápido en las faenas cualificadas, podías ganar bastante. Cuando llamaron a filas a Francisco, por su suerte, digamos le toco hacer la mili en el África Española.
Así tras una breve instrucción en Algeciras embarco para completar su periodo de mili en la entonces lejana provincia española del Sahara Español. Allí fue agregado a la intendencia dentro de un acuartelamiento de la legión en el interior.
Francisco, antes de irse a la mili había empezado a salir con una muchacha llamada Isabel Olivencia hija de una familia de labradores que con el tiempo llegaría a ser su mujer.
Durante el periodo militar comenzó a dedicarse a la intendencia o logística de reparto del pan entre diversos acuartelamientos, destacando por sus habilidades profesionales trabajando de albañil, y realizando trabajos finos de decoración y fuegos en viviendas para oficiales.
Fue allí también donde le propusieron una vez reparar un horno giratorio del ejercito que se había estropeado, rechazándolo por considerar, que era una tarea de personal ingeniero o especialistas en la materia. Pero sus superiores le obligaron a encargarse de aquella importantísima y difícil tarea, quizás, ante la imposibilidad de encontrar ese tipo de perfil en las filas, es decir a coste gratis.
Pues bien, reparado con éxito el gigantesco horno giratorio, imprescindible para alimentar a las tropas, fue premiado con un permiso extra para venir a la península, pero el pobre debido a que sus circunstancias personales y económicas no le permitían costearse dicho viaje, tuvo que rechazarlo.
Entonces su superior lo premio con unos días de asueto en el también enclave costero del África española en aquel momento, Rio de Oro, lugar donde altos oficiales iban de vacaciones con sus familias. Hasta su superior le ordenó que fuera sin gorra (para no tener que saludar a ningún mando).
Durante el servicio militar se escribía con su novia, pero llego a los oídos de su futuro suegro que se había ofendido por no haberle pedido permiso para tener dicha relación epistolar. (Así era las mentalidades en los pueblos en aquella época).
Así que tras pedir su aprobación para continuar su relación por correspondencia quedaron en que sin más dilatación cuando se licenciara iría a pedirle su aprobación para noviar ya, oficialmente.
Un palustre de oro
Así tras dieciséis meses en África sin venir a la península se licencio y volvió a su pueblo. Donde continúo trabajando con su padre, en la construcción y se casó con su novia en el año 1974 y un años después, nacería su primer hijo, Francisco Javier.
Con el paso del tiempo Francisco “El Malagueño” se puso a cargo de la empresa y su padre, siguió trabajando con él, pero ya a su cargo. Padre e hijo fueron muy queridos en el pueblo e hicieron innumerables trabajos, obras y viviendas.
Se gano a pulso una fama de muy buen albañil, pero a él no le gustaba tener mucha gente a su cargo así que no cogió nunca promociones de viviendas a pesar de que llegaron a ofrecérselas conocidos promotores del sector.
Después, en 1977, nacería su segundo hijo, Daniel, el cual con el tiempo se dedicó también a la construcción y llegando a ser la cuarta generación de albañiles. Con los años, llegaría una niña, María Isabel, donde la esposa de Francisco, Isabel, tenía ilusión por tener una hija.
Con el tiempo fue creciendo su fama como buen albañil en Adra, para trabajos de calidad. Pero al irse haciendo mayor y capaz de rendir menos en cantidad que no calidad y el hecho de trabajar solo y con un solo ayudante o peón hizo que algunos en el pueblo le tacharan de muy bueno para trabajar, pero lento.
Hay en el pueblo, en su fisonomía, se pueden ver muchos trabajos de “El Malagueño” y numerosa gente que recuerda los encargos que les realizó en su época de juventud. Llegaría su jubilación, pero no a su edad no, más tarde, sin hacer caso a su familia que le aconsejaba lo contrario.
Después de jubilarse y puesto que no le gusta estar ocioso como él dice, se dedica a realizar maquetas en madera de construcciones famosas, del pueblo y de otros sitios como bóvedas de Catedrales famosas, todo a escala y en madera, aunando sus dos oficios, ofreciéndose en realizar en colaboración con el propio Ayuntamiento de Adra, algún tipo de exposición de su muy magnifica y numerosa colección de maquetas.