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El último talabartero de Almería: 85 años de tradición, arte y pasión por el cuero

Francisco Almendros es la segunda generación y última de talabarteros en su familia

Francisco Almendros, el último talabartero de Almería en su taller.

Francisco Almendros, el último talabartero de Almería en su taller.Marina Ginés

Marina Ginés
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En pleno corazón de Berja, en el número 6 de la emblemática carrera de Granada, se encuentra el único talabartero de toda la provincia de Almería: Francisco Almendros, que a sus 62 años, es el último representante de un oficio que se pierde en el tiempo, un verdadero guardián de la tradición artesanal del cuero.

Al entrar en su taller, el aroma del cuero, los materiales naturales y, sobre todo, el cariño con el que se trabajan las piezas, te transportan a otro tiempo. El escaparate, cargado de piezas únicas como jáquimas, cinturones y riendas, refleja el arte que, a día de hoy, sigue naciendo de las manos de Francisco.

Visitando este templo del cuero, no solo se percibe la tradición, también se siente el paso del tiempo. Y es que, según cuenta el virgitano, lleva 43 años trabajando en la misma silla. 

Taller del talabartero virgitano.

Taller del talabartero virgitano.Marina Ginés

“Es una silla de cerezo que le hicieron a mi padre. Pesa una barbaridad, pero no me la he movido de su sitio. Me siento aquí todos los días, desde 1982", afirma con una sonrisa nostálgica. 

Este hecho no solo simboliza la constancia de su trabajo, sino también su amor por un oficio que lleva en las venas, un oficio que, a pesar de los años, nunca ha dejado atrás.

Taller del talabartero virgitano.

Taller del talabartero virgitano.Marina Ginés

Un viaje en el tiempo

El tiempo ha pasado para todos, Francisco que empezó con 19 años en el taller de su padre lleva más de 40 años de trabajo. Francisco hoy peina canas y sus manos sufren de artritis y se han deteriorado con el trabajo, pero no es lo único que ha sufrido el paso del tiempo.

“Esta calle hace 60 años era mucho más estrecha y era la arteria principal de los oficios del puebloCarpinteros, fragüeros, lateros, talabarteros… Había tres talabarteros, entre ellos mi padre”, recuerda Francisco, quien sigue trabajando en el taller que su padre abrió en 1942. Un taller que ha sobrevivido al paso de los años, a la transformación del lugar y al progresivo abandono de los oficios tradicionales.

Taller del talabartero virgitano.

Taller del talabartero virgitano.Marina Ginés

“Antiguamente usábamos hilo de cáñamo con cera de abeja, ese hilo era muy resistente y multiplica su fuerza por 2 o por 3 cuando le pones la cera, además de rellenar el agujero por donde pasaba el hijo como si fuera un pegamento”.

Ahora viene todo de fábrica pero no tiene nada que ver con lo que yo hago, yo hago cada puntada a mano el hilo que uso tiene una especie de grasa que se incrusta dentro del agujero y nunca salta el hilo”.

El legado de su padre: 85 años de talabartería

Este talabartero, nacido en Berja, es la segunda generación de talabarteros en su familia. Su padre comenzó a trabajar el cuero en 1942, cuando la talabartería era indispensable para la vida cotidiana en el campo, fabricando albarcas, espuertas, serones y otros utensilios para los trabajadores del campo. 

Hoy en día, Francisco se ha especializado en artículos más finos, como cabezadas para caballos, todas hechas a mano, una a una. La pieza más cara que realiza, una cabezada completa con hebillas de acero inoxidable, llega a los 200 euros.  Eso sí, el cuidado, el mimo y la dedicación que le pone este artesano a cada pieza hacen que el precio sea irrisorio si se compara con el tiempo y el cariño que dedica a cada artículo.

Francisco Almendros el último talabartero de Almería.

Francisco Almendros el último talabartero de Almería.Marina Ginés

El virgitano trabaja sin descanso, con horarios que se adaptan a su pasión. “Mi trabajo no tiene horarios, yo empiezo a las nueve de la mañana y a las dos de la tarde sigo aquí, por las tardes a las ocho y media sigo cosiendo. He llegado a cerrar la puerta y a quedarme dentro hasta las once de la noche", rememoraba el virgitano.  Hay épocas especialmente duras para este oficio, Francisco recuerda que "en San Marcos por ejemplo he llegado a irme a las doce de la noche para terminar los encargos a puerta cerrada”.

“Lo que pasa es que me gusta, me gusta mi profesión", dice el protagonista sin titubear. "Primero porque me la ha enseñado mi padre y porque es una cosa artesanal, tengo artritis, me duelen las manos, están torcidas, pero el dolor se ha convertido en amigo mío", explica.

Cada pieza que sale de sus manos es un reflejo del arte y la paciencia de un oficio que no se puede aprender en una escuela. Francisco utiliza hilo de cáñamo, cera de abeja y técnicas que se han transmitido de generación en generación. “Así se trabajaba antes, cada puntada es única, como única es la pieza final. No trabajo con máquinas, las máquinas son mis manos”, explica mientras repasa el material con el que está trabajando.

Taller del talabartero virgitano.

Taller del talabartero virgitano.Marina Ginés

La pieza más espectacular que hizo recuerda una cabezada vaquera, labrada y calada con fondo blanco con los dibujos hechos a mano. “Me tiré casi un mes para hacer una cabezada, aunque en aquello entonces cobré mucho menos de 200 euros” recuerda entre risas, un trabajo que asegura ya no haber repetido más veces, “no sabía que cobrar por un trabajo que me llevaba tanto tiempo”.

Francisco también repara artículos, enganches, sillas de montar..."no los hago pero los reparo". 

En su taller, cuelga una jáquima que su padre hizo antes de morir, un tesoro familiar que Francisco guarda como una reliquia. “La hizo justo antes de jubilarse, es la última pieza que hizo. Para mí, tiene un valor incalculable”, dice mientras la observa con cariño.

El Último Refugio del Oficio Artesano

Aunque los tiempos han cambiado, Francisco sigue siendo todo un emblema del cuero en toda Almería.  A su taller acuden de todos los pueblos de la provincia y la Alpujarra a pedirle artículos de cuero de todo tipo.

Francisco lamenta la desaparición de la tradición artesanal del cuero en la provincia. “Soy el último talabartero de Almería. Todo se ha ido industrializando, y ya no hay quien haga esto a mano”, dice con cierta nostalgia. 

Francisco Almendros, el último talabartero de Almería en su taller.

Francisco Almendros, el último talabartero de Almería en su taller.Marina Ginés

Pese a la dificultad económica, con un mercado que ha cambiado drásticamente, Francisco no pierde la esperanza de que su oficio no se olvide. “Ahora no se gana lo que antes. Cada 100 euros, se pierden 80. Pero hay que seguir ‘palante’. No queda otro remedio”, dice.

Francisco Almendros, el último talabartero de Almería, es un ejemplo de resistencia, de arte y de tradición. Un hombre que sigue, con mimo y esfuerzo, un legado familiar que merece ser recordado y admirado.

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