La mujer que siempre mira a los ojos
La mujer que siempre mira a los ojos
Su imagen devorando pepinos en la finca de Miguel Cazorla dio la vuelta al ciberespacio. Para bien o para mal, siempre le perseguirá ese icono, en unos días tristes para el campo, en los que se portó como una Juana de Arco de las hortalizas almerienses. Ha demostrado, Clara ‘Clarita Peligros’ como la llamaban en su Granada natal cuando empezó como concejala, que es un animal político. En sus discursos es como su nombre indica, llana, mira a los ojo, te la crees, a otros no. En un polvorín como es el invernadero almeriense -donde varios de sus predecesores han picado en hueso- por su franqueza, por su llaneza, se ha hecho respetar. ‘Torbellino de colores’ la llamaría Pemán. Hoy cortará, Clara, un año más la cinta de la Expo Agro, una de las niñas de sus ojos, a la que no ha querido abandonar en el arroyo, aunque no sepa si continuará una legislatura más con el maletín de Agricultura y Pesca: el puesto, aseguran, está reñido, hay más competencia, un nuevo socio de Gobierno que también pide por su boca. No sabemos lo que pasará con Clara dentro de unos semanas. Pero te quedará el gusto, Clara, de que te has batido el cobre, al menos en Almería, aunque siempre haya minorías respetables que opinen de otra manera. Pero hacer todo con poco, irradiar optimismo cuando más se oculta el sol, tiene su mérito. Quizá se quede, quizá le asignen otra consejería, quizá vuelva a la gerencia de la Federación de cooperativas, Faeca, a su Granada natal, donde se siente como pez en el agua; a su chalé en las afueras de la capital del Palacio rojo (como ella), rodeado de cármenes, donde acude Clara, como en el descanso de la guerrera, junto a su familia. No solo sabe hablar, Clara, sabe escuchar. Lo ha demostrado estos años, desde que en 2009 sustituyó al cuevano Martín Soler. Antes de ser consejera fue titular de Gobernación, con mando en plaza, y secretaria de relaciones con el Parlamento, cargo en el que también derrochó habilidades políticas. Porque en el fondo es eso, Clara. Un animal político, una persona que cree que el que el mundo sea mejor o peor depende de la discrecionalidad política. Es campechana, sencilla, una consejera que presume de “ser del pueblo”, como Evita. Está a punto de cumplir medio siglo y atesora ya una apretada biografía en un mundo de trincheras y de porfías. Dice lo que dice y no se desdice, aunque entre en controversia con algún compañero de partido, como le ocurrió con Rosa Aguilar. Le gusta el cine y la cocina tradicional, como sujeto y como predicado, en la misma medida en que le desagradan las reuniones largas, aunque las presida Zarrías, Griñán o el Sursum Corda. Cuando se cansa, esta rubia de ojos verdes, saca el pintalabios y pone a sus compañeros en guardia. Hoy estará, Clarita, de nuevo en Almería, su segunda casa, no es rubia peligrosa, se la ve venir.