Palma da un golpe sobre la mesa
Los habitantes de Palma que vivimos de alquiler estamos con la soga al cuello, como en tantas otras ciudades de España. Nos sentimos inquietos, intranquilos, a merced de los propietarios de nuestras casas. Nuestros sueldos se mantienen intactos pero la mensualidad que pagamos por nuestra vivienda no deja de subir. Que conste que soy afortunado porque he encontrado trabajo gracias a la recuperación económica. Hace poco más de un año me contrataron en una empresa de mi ciudad tras una experiencia fallida como autónomo. Aun así, soy un trabajador cualificado con un salario poco más que mileurista. Doy gracias a mi pareja, que me sostiene económicamente. Por el momento no puedo plantearme siquiera la opción de optar a una hipoteca. Tampoco quiero alejarme de mi familia y amigos para encontrar un piso más económico. No tengo más opción que claudicar y pasar por el aro. De lo que estoy seguro es de la existencia de una “burbuja” en el precio del alquiler. ¿Qué peso ha tenido en el mercado inmobiliario la proliferación de los apartamentos vacacionales? Lo desconozco. Tengo claro que no soy uno de los llamados antituristas porque tanto mi entorno como yo mismo vivimos directa o indirectamente de los millones de visitantes que llegan a la isla. De todas formas, comparto la decisión valiente del Ayuntamiento de Palma de prohibir el alquiler turístico en los pisos de la ciudad, una opción que sí se permite en casas, chalets y adosados. A decir verdad, espero que esta iniciativa, no exenta de polémica, contribuya a regular el mercado y permita que los precios se normalicen para que los residentes en la capital balear no nos veamos obligados a abandonar nuestras viviendas.