Cuando el recorte es óptimo
Existen ardides y estrategias legales que, curiosamente, suelen pasar inadvertidas y que contribuyen a adulterar la democracia y a manipular a la gente a favor de posturas de índole partidista. De todas ellas, la dominación del lenguaje como recurso político es, quizás, la más sigilosa y efectiva. Veamos un ejemplo. Si usted piensa en “recorte”, probablemente asocie esa palabra al presidente Rajoy y a toda la panoplia de calamidades que sus políticas nos han procurado a los españoles. Que esas medidas hayan servido en buena medida a evitar un catastrófico rescate a España es algo que no se percibe con la misma crudeza, dada la minuciosa labor de constante salpicadura que sobre su gestión han venido realizando quienes –además- fueron en buena medida responsables del caos económico que situó a nuestro país al borde de la quiebra y obligó a la adopción de dichas decisiones. Pero eso da igual. Como le digo, usted oye la palabra “recorte” y piensa en lo que piensa porque desde hace años el obrador de ocurrencias de la factoría PSOE trabaja con denuedo en la batalla del lenguaje. Veamos este otro ejemplo. La Consejería de Educación de la Junta de Andalucía no renovará por cuarto año los libros de texto de Secundaria. Es decir, que a pesar de los anuncios y las promesas, los niños tendrán que aguantarse con libros desgastados otro año más. ¿Podría entenderse como un recorte? Evidentemente, pero fíjense cómo maquilla, disfraza y difumina el hecho los servicios propagandísticos. Según la Consejería esta decisión se toma “en aplicación del principio de prudencia y siguiendo criterios de optimización de los recursos públicos”. Si eso lo hubiera hecho el Gobierno del PP asistiríamos a un recorte que castiga a los andaluces por la especial inquina que les tiene Rajoy I El Pérfido. Pero como lo hace la Junta, es una prudente optimización de los recursos públicos. Con un par.