La Voz de Almeria

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Viendo la imagen de Pedro Sánchez con la bandera de España, he buscado en la hemeroteca y he encontrado otra en la que también el secretario del PSOE participaba en un acto de partido, aunque éste último era Felipe González. Entre estas dos imágenes distan más de 30 años. La primera, en al acto de proclamación de Pedro Sánchez como candidato a la presidencia del Gobierno por el PSOE. La segunda, de un mitin de Felipe González en 1982 para las elecciones generales de ese mismo año, que luego este ganaría por mayoría absoluta (202 diputados), alcanzando así el mayor apoyo popular hasta ahora conocido en nuestra joven democracia y que daría comienzo a 14 años ininterrumpidos de gobierno socialista.


Pero entre estas dos imágenes no solo distan años. También median errores y aciertos, avances y retrocesos, intervalos de gloria y pasajes de miedo, conquistas sociales y sacrilegios ideológicos.


Media la historia de un partido que un día fue la organización política más parecida a la España real, el partido de vocación mayoritaria de los españoles. Y ese debe ser el objetivo y el reto (sobre todo el reto) que tiene Sánchez y el PSOE para los próximos 6 meses antes de las elecciones generales.


Así, el PSOE comenzará el camino hacia la reconquista de la credibilidad.


Si los socialistas quieren volver a conquistar el espacio electoral que un día tuvieron, debe ser capaz de convencer a la mayoría de los votantes de que posee un proyecto inclusivo y no excluyente, conscientes de que la España que ha de reconstruirse tras la crisis no puede dejar fuera a nadie. A partir de noviembre se abrirá un nuevo tiempo en el que debemos, a través del voto a las determinadas opciones que compiten, redefinir la organización social de nuestro país. Para ello, los socialistas deben aspirar a convertirse en el punto de inflexión (o de unión reflexiva) entre aquellos que quieren romper o liquidar nuestro proyecto democrático y aquellos que aparentan cambiar todo para que nada cambie. Construir una España de todos, que busque el inevitable beneplácito ideológico de todos los partidos del arco parlamentario, por que ese será el único aval posible para afrontar la necesaria y mayor reforma constitucional de nuestra democracia. Huir del discurso del miedo y de discursos de ánimo polarizador que buscan enfrentar y dividir a la sociedad en bloques irreconciliables.


Ser capaces de tener un discurso que no enfrente a nadie, que no establezca bandos, que una a España a través de un proyecto atractivo de sensibilidad social dirigido a la mayoría del país.


Unos quieren que el miedo cambie de bando, y otros prefieren que siga donde está. El PSOE debe acabar con los bandos y con el miedo. Debe recuperar el papel de principal productor de convivencia de nuestro país. Ese será su reto y de ello dependerá su éxito o su fracaso final. Veremos.


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