Al rincón de pensar
Desde el primer momento ha buscado la polémica como ningún otro político en este país
Dicen que no hay una segunda oportunidad para causar una buena primera impresión. Miren si no, al todavía ministro de Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert, que ha desaprovechado todas y cada una de las muchas que ha tenido para acertar a la primera y evitar cargar con ese enorme peso que significa que todo el mundo te vea como un antipático de pantalones.
Desde el primer momento, ha preferido la confrontación al diálogo, la gresca al consenso, y ha buscado la polémica como no se recuerda a ningún otro político en este país, lo que ya de por sí tiene un enorme mérito. Toda la comunidad educativa lo ha mandado al rincón de pensar casi todos los días, la mayoría de profesores de este país lo ha dejado sin recreo, le han puesto tarea extra… pero nada parece haber funcionado. Al ministro, todas esas llamadas de atención, le han entrado por un oído y le han salido por otro.
Wert, a pesar de todo, ha sobresalido en una asignatura. Se ha destapado como un fenómeno en lo que antes conocíamos como -pretecnología- o, lo que es lo mismo, en el arte de recortar y serrar todo lo que se ponga por delante. En eso, solo en eso, ha sacado matrícula de honor en cada evaluación. En lo demás, un suspenso absoluto, de aquellos que se apuntaban con bolígrafo rojo.
Muy pocos meses antes de que lo expulsen definitivamente, el ministro la ha querido hacer de nuevo con la reforma universitaria que ha planteado junto a su -pandi- del Consejo de Ministros. Pretende reducir el tiempo de estudio de las titulaciones universitarias, aquello que aún es público aunque se hayan subido las tasas y recortado las becas, para que los alumnos tengan que pagar, al acabar los estudios, dos másteres a precio de oro.
Y todo esto lo ha hecho Wert, para no perder la costumbre, de nuevo con el rechazo de rectores, sindicatos educativos, alumnos profesores, partidos políticos… y uno que pasaba por allí. Yo mismo.