La Voz de Almeria

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La pillería no tiene límites. Ese dicho tan popular que dice que “el que no corre, vuela” se ha plasmado con total severidad en algo que debería de ser una de las acciones más limpias a la que unos padres se deben de enfrentar, la de escolarizar a su hijo o a su hija.


Una cuestión meramente administrativa como esa ha sacado a la luz lo que todo el mundo conoce desde hace mucho: el intento de retorcer la realidad de algunos de esos padres y madres para que sus hijos estudien donde ellos decidan y no donde les corresponde.


El fraude, que se ha conocido en los primeros días del curso escolar, dice muy poco de nosotros mismos, de nosotros como sociedad y de los escasos principios que, en ocasiones, nos mueven en según qué situaciones. Ahora sabemos que hasta 151 alumnos de la provincia de Almería han sido investigados por fraude en el domicilio en el proceso de escolarización a raíz de las reclamaciones que fueron presentadas por distintos particulares. El resultado de esas pesquisas ha llevado a las autoridades educativas a reubicar en otro colegio a 62 alumnos que habrían incurrido – bueno, más bien sus padres - en alguna irregularidad. Algunos, por lo que se ha conocido, utilizaron la habitual artimaña del empadronamiento en una segunda residencia que no es la habitual y otros alquilaron directamente una vivienda próxima al colegio que se deseaba. Hasta ese punto llegaron algunos progenitores para saltarse los criterios establecidos.


Que este es un país tiene una larga tradición en el arte de la picaresca no es una sorpresa para nadie. Nuestra literatura está llena de obras donde sus protagonistas recurren constantemente a la astucia o a procedimientos ilegítimos, sin códigos éticos ni valores que les acompañen.


Esas recurrentes historias, entresacadas de una sociedad que podría parecernos lejana, son más actuales de lo que parece. No tenemos remedio.


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