Un día de playa
La nueva Ley de Costas, promovida por Cañete, ha prolongado los edificios irregulares 75 años más
Veinte y cinco grados de temperatura, cielo sin nubes, el mar plano como un plato de duralex. Corre una pequeña brisa que riza de espuma blanca la orilla. Es la sonrisa del Mediterráneo de la cual habló Homero pese a su fama de invidente. No hay mucha gente en la playa. Pequeños grupos acostados en la arena como diciendo: hoy no quiero saber nada ni de la crisis ni de la prima de riesgo A tomar por retambufa, jefes. Sin embargo, un transictor escondido habla de que está recuperándose el turismo y a ello en buena medida se deben los ciento once mil parados menos de esta semana. Como no todo puede ser perfecto pasa un matrimonio quejándose de que hay mucha porquería. Los niños juegan al borde del agua. Debe ser alguna tubería clandestina de esas que llevan al mar nuestra materia orgánica y huele y no a ámbar. Nada nuevo porque todos los veranos se repite la misma tufada-. No vemos demasiado turismo, ésta es la verdad. En otra parte de la provincia los británicos se quejan de que nadie les atiende sobre su vieja estafa. Aquí tampoco podemos decir que todo esté limpio. Se dijo que desde Cataluña hasta Huelva, aquí y allá, toda la costa era una cadena de Algarrobicos. El partido gobernante no se ha calentado mucho la cabeza en arreglar el litoral. La nueva Ley de Costas, promovida y auspiciado por el Cañete, ha prolongado los edificios irregulares unos setenta y cinco años más. Hala, chiringuitos malolientes, construcciones cutres al borde del agua, robos de playas, tenéis casi un siglo para seguir chupando de lo público bajo el mandato de una derecha que parece que tuviera el medio ambiente en propiedad. Téngase en cuenta que el nivel del mar subirá, según auguran los científicos. Hay quien dice que el calentamiento de la Tierra favorece los terremotos, lo que acrecienta los episodios terroríficos que vimos estos meses pasados en el Norte. Si antes de que nos demos cuenta, se produjera un tsunami, azote de todas las viviendas ilegales de la costa, a Cañete que no le pregunten, él se limita a obedecer la política de Génova,4. Es mediodía. El mar se llena de veleros. Muy lejos pasa un barco hacía no se sabe dónde. Horacio maldijo el atrevimiento del hombre que primero cruzó el mar en frágil barquilla Quería salvar a su amigo Virgilio.