No encuentro una noticia mejor que el ejemplo de solidaridad de tantos y tantos miles de ciudadanos que han contribuido a que la Federación Estatal de Bancos de Alimentos haya recogido nada menos que catorce millones de kilos de comida. Al mismo tiempo me recorre un escalofrío al pensar que vivimos un momento en que muchas familias necesitan desesperadamente esos alimentos para poder sobrevivir.

Efectivamente la recogida masiva de alimentos durante dos días ha sido un éxito que ha contado con la colaboración de ochenta y cuatro mil voluntarios que han clasificado y ordenado los alimentos recibidos. Y cuando termine este 2013 más de millón y medio de personas habrán sobrevivido gracias a la labor encomiable de los Bancos de Alimentos.

Si hace unos años nos hubiesen dicho que en nuestro país la gente iba a pasar hambre no lo habríamos creído. El hambre nos parecía algo de otra época, una pesadilla de la que hablaban nuestros abuelos, pero imposible de que volviera a suceder. Pero de repente por obra y gracia de unos cuantos desalmados, esos mismos que provocaron la crisis financiera mundial, millones de familias de todo el mundo se vieron arrojadas al abismo de la nada, perdieron sus empleos, sus casas, su futuro.

Muchas de estas personas que un día tuvieron trabajo y vivieron holgadamente de repente se vieron acudiendo a Caritas o a los Bancos de Alimentos porque no tenían nada para comer, nada para alimentar a sus hijos.

Lo peor es que la mayoría de los desalmados que provocaron la crisis se han ido de rositas, continúan disfrutando de una buena vida, de ingresos millonarios, bonus de tan cuantiosos estrafalarios, y planes de pensiones millonarios.

Los Bancos de Alimentos han dado de comer a muchas miles de personas y sobre todo han sacado lo mejor de esa parte de la sociedad que aún conserva el empleo por más que se haya tenido que apretar el cinturón.