La Voz de Almeria

Opinión

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Que la realidad venga a reescribir un guion bien diferenciado de las expectativas que en su día originara este presidente, no comporta un fraude, por ser previsible que el gobernante Obama terminara por traicionar al candidato Obama. Es un principio irreversible en la política que se repite en todas las latitudes, pues ya se sabe que un programa de un partido debe su existencia más a la probabilidad de ser incumplido que a la certeza de llevarlo a cabo.


Ello no evita que antes de la decepción, cualquiera que fuera la intensidad de nuestra ingenuidad, viéramos en Obama un presidente de nuevo cuño, rompedor de las inercias malsanas que rodean al poder y, abierto redefinir los límites que no debe de traspasar los intereses de un Estado, por eso colgó en su lista de objetivos inmediatos el cierre del Penal de  Guantánamo, un lugar que merece por derecho propio un puesto de honor en la historia de la infamia universal.  El que siga abierto un centro de torturas, en un país que no le importa ir a la guerra para implantar la democracia, nos revela que la voluntad de un Presidente o el compromiso de sus palabras, no vale en ninguno de sus posibles significados: si creyó que podía llegar a cerrarlo sin saber de alcance de su poder, mentía pues insinuaba conocer sus fuerzas cuando no era así y sí nunca tuvo la voluntad firme de acometer su promesa,  también mentía de una forma aún más burda y grosera. La bárbara invasión de la privacidad de cualquiera, la intromisión masiva en la intimidad de millones de ciudadanos, el traspasar todas las fronteras admisibles y someter a espionaje hasta el último rincón de la tierra donde un hombre sospechoso o no, ponga los pies. Debería ser conocida por el Señor Obama, admitir lo contrario equivaldría afirmar que el Presidente es un títere, un fantoche, un actor secundario que disfruta de muchos primeros planos, pero poco más. La parte más triste de este folletín de espías, se la lleva Barack Obama, cuando ha llegado a saber todo la que tenía que saber, tuvo la certeza que él no podría evitar lo que sucedía. Ser el hombre más importante y decisivo sobre la faz de la tierra para conformarte a la primera, es más que impotencia pura cobardía, querido Obama.


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