Falso inocente y presunto culpable
Falso inocente y presunto culpable
“He cometido el error de creer en un falso inocente, pero no el delito de encubrir a un presunto culpable”, fue una de las frases o circunloquios, que utilizó Mariano Rajoy, en su comparecencia el pasado día 1 de agosto en el senado.
El raudal de expresiones tan grandilocuentes como inanes, el exceso de retórica jurídica y el vaciamiento de la realidad y la verdad, sólo son un signo de cuando las palabras se emplean para ahuyentar y exorcizar los demonios que acosan a un hombre, que es capaz de afinar con los sofismas ( o al menos lo hace quien le escribe los discursos), pero que no se da cuenta que a pocos metros de su despacho, casi puerta con puerta , tiene a un presunto culpable que además es un falso inocente.
Peligros Este tipo de argucias metafóricas congregan dos peligros: el primero de ellos consiste en que su uso las termine por hacer creíbles a quien las pronuncia, ya sea en una cámara que representa al pueblo o en el salón de su casa y el segundo, no es otro que el ascenso del nivel ya bastante alto de animadversión y repulsión hacia los políticos y por contagio hacía la política. Mariano Rajoy puede enviar un sms al Sr. Bárcenas, tesorero de su partido al que la justicia le pisaba los talones, para pedirle que sea fuerte, que resista y utiliza un lenguaje sin florituras, de fácil comprensión y que rezuma proximidad y algo del viejo afecto que se profesaban.
¿Podrá hacer lo mismo con todos y cada uno de los españoles?, que no tienen cuentas millonarias en Suiza, ni están esperando que se encienda un fuego para poner las manos dentro y después si no se ha terminado el carbón hacer una barbacoa.
No se trata en este momento de esclarecer, una vez reconocido el error por parte del Presidente de este gobierno, que grado de involuntariedad o voluntariedad hubo en todo lo acontecido, tampoco en determinar si fue un error evitable o inevitable.
Imputado Sin ir más lejos, el maquinista de Renfe está imputado como autor de decenas de homicidios imprudentes, una vez que reconoció su despiste y haber cometido un error fatal, más bien se diría que procede calibrar si un pueblo o una nación puede seguir transigiendo con una clase política más preocupada en articular su defensa para garantizar una impunidad inmerecida, que en gestionar los problemas que nos concierne entre ellos el de la corrupción que ellos mismos generan.