La ungida de San Telmo en la piscina
La ungida de San Telmo en la piscina
La piscina del Gran Hotel es para Almería lo que el Ocean Drive para Miami o la playa del Hotel Carlton para Cannes: atrezzo urbano y marco incomparable, versión dos en uno, donde presente y pasado se dan la mano entre chapuzones y tráfico.
Allí, ante la perspectiva del Cablinglés que tanto ha olvidado la Junta de Andalucía y con un fondo de palmeras en plan disco de Gloria Estefan, la consejera de Presidencia, Susana Díaz, ha posado sonriente para decir a los almerienses (quizás al resto del mundo, porque ese sancta santorum del almeriensismo fino tiene vocación universal desde que la primera turista extranjera se asomó en bikini) que ella es la solución de las injusticias y de la pobreza: “Lo peor es que los débiles se sientan indefensos; la política debe cambiarlo”.
Tras estas declaraciones, no sé cómo se habrán sentido sus presuntos rivales en la carrera que José Antonio Griñán ha planteado para sucederse a sí mismo, pero me imagino que tanto el consejero de Agricultura Luis Planas como ese alcalde de Jun al que nadie conoce por su nombre, habrán sentido muy cerca del píloro el pinchazo que provoca el cachondeíto fino. Y es que no se puede enarbolar el discurso de la Madre Teresa de Calcuta cuando se viaja en la bandeja de plata de la sucesión teledirigida.
De hecho, hay menos evidencias de designación directa en la imagen de Dios señalando a Adán en la vaticana bóveda de la Capilla Sixtina que en todo el fresco de adhesiones, homenajes, presentaciones y hasta cursos de verano que se está dibujando estos días para ornamentar el advenimiento de la ungida de San Telmo.
“Venid a mí todos los que estéis cansados y agobiados (Mateo 11:28) … que yo os daré un carguillo.” (Susana 2013).