La Voz de Almeria

Opinión

¿Qué han hecho los políticos por Almería en los últimos cuarenta años?

Carta del director

¿Qué han hecho los políticos por Almería en los últimos cuarenta años?

¿Qué han hecho los políticos por Almería en los últimos cuarenta años?

Pedro Manuel de la Cruz

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Lo dijo Marco Antonio en el Senado y ante el cadáver de Cesar: “El mal que hacen los hombres les sobrevive; el bien suele quedar sepultado con sus huesos”. He regresado a la cita escrita por Shakespeare hace más de quinientos años porque el viento del tiempo trascurrido no solo no ha conseguido borrar su certeza, sino que la ha aumentado.

Entre el desencanto protestante del genio inglés y el cinismo católico del italiano Petrarca cuando escribió que una bella muerte toda una vida honra- un bel morir tutta una vita onora-, los españoles, como siempre, se han movido en la contradicción inevitable del péndulo. En España somos muy buenos enterrando a quienes alguna vez sobresalieron en algo, pero somos infinitamente mejores matándolos antes.

Solo así se explica que los mensajes antisistema estén encontrando en los últimos años un terreno fértil en el que crecer. Si hace diez años era Podemos el que con su adanismo de primaria quería borrar todo lo cosechado por el régimen del 78 con el “no nos representan”, ahora es VOX el que pretende convencernos de que, con ellos, en España empezaría a amanecer. Es lo que tiene el peronismo de importación y el falangismo castizo: que la gobernanza está al alcance de cualquiera en un “todo a cien” en el que, como en cualquier bazar, no hay que buscar mucho para encontrar soluciones fáciles para problemas complejos. Podemos encandiló a millones de votantes prometiéndoles tomar el cielo por asalto. Vox les quiere seducir asegurándoles que el mejor futuro está en el peor pasado.

Lo preocupante de esta efervescencia de la simplificación, la palabrería y el populismo es que no está encontrando acomodo solo en los arrabales demográficos situados extramuros del sistema. Ese es un peaje inevitable con el que los grandes partidos europeos han convivido. Lo peligroso es que ese mensaje simplista está traspasando los límites convencionales de la extravagancia para adentrarse en sectores más cercanos al desencanto y seducidos por el griterío del vomitorio de fango de las redes sociales. Un estercolero en el que cada vez se encuentran más cómodos los dirigentes de los partidos asumiendo una estrategia airada y llena de bulos e insultos con el que acabarán suicidándose. Son tan torpes que se niegan a ser conscientes de que siempre hay un imbécil dispuesto a superar tu propia imbecilidad.

Para ese sector, sobre todo para los jóvenes, los políticos tradicionales son los causantes de la ausencia de expectativas que les abruma. Llevan parte de razón. Pero solo parte.

Es cierto que la mediocridad que atesoran algunos de esos políticos y el pestilente olor a corrupción de otros puede nublar el entendimiento y provocar el error de confundir la parte con el todo. ¿Que hay políticos corruptos? Por supuesto. ¿Que la dependencia del cargo ha convertido a algunos representantes de los intereses colectivos en gestores de sus intereses particulares? Ahí están las pruebas en los juzgados. En Almería sin irnos más lejos ahí están los procesados, encarcelados o condenados en los conocidos como caso Facturas, caso Poniente o caso Mascarillas.

Pero esas realidades obscenas, que nadie niega y en las que hay que exigir que sobre sus responsables caiga todo el peso de la Ley, no puede oscurecer todo lo mucho y bueno que se ha hecho en España, Andalucía y Almería desde la llegada de la Democracia.

Por centrarnos solo en Almería, la provincia de hoy no se parece en nada, en nada, a la de 1978. Con los centenares de centros educativos levantados y los centenares de kilómetros de autovías construidos se ha eliminado el insultante abismo que separa la incultura y el aislamiento del conocimiento y la comunicación. De aquellas igualas médicas, casas de socorro y dispensarios tercermundistas hasta las decenas de centros de salud y hospitales de referencia en la capital, el Poniente y el Levante, hay un mundo, no solo de camas hospitalarias y miles de médicos y personal sanitario dotado con la más exigente excelencia profesional, sino de miles de vidas salvadas gracias a esa excelencia y a esas dotaciones. De aquella provincia que se moría de sed y de melancolía viendo marchar a más de cien mil paisanos huyendo del hambre y la miseria a esta huerta de Europa que es a la vez tierra de promisión y de acogida no han pasado mil años, han pasado solo cuarenta. ¿Qué se podía y debía haber hecho más y en manos tiempo? Claro que sí, ¡que llegamos tarde casi a todo? También.

Pero esa crítica -imprescindible, ineludible e incuestionable-, no puede sepultar en el olvido interesado todo el camino recorrido.

Ah, y que no vengan los tontos de guardia con el argumento de que estaría bien que no hubieran hecho nada.

Quienes enarbolan esa proclama son los mismos que intencionadamente ignoran que, en cuarenta años de democracia, España, Andalucía y Almería han progresado más, muchísimo más, que en cuatrocientos años de autoritarismo feudal.

Criticar a la clase política es una obligación ineludible. Exigir que caiga todo el peso de la Ley en quienes delinquen, una exigencia que impone hacerlo sin ningún atisbo de duda y aplicando las condenas con el máximo rigor.

Pero no dejemos que solo sobreviva en la memoria el mal que han hecho unos pocos sepultando el bien que han hecho la inmensa mayoría. Asumir esa desmemoria es abrir el camino al iluminismo revolucionario o al populismo neofascista.

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