El tiburón blanco
El tiburón blanco
Por entretener mis frecuentes insomnios, terminé de leer estos días el libro de Peter Benchley “El tiburón blanco” (1994), un monstruo marino de apetito voraz que siembra el pánico incluso entre los propios tiburones. Resumiendo mucho la sinopsis argumental se trataría de un sabio que trabaja en la invención de un arma eficacísima para la lucha contra los enemigos. Tras varios años, el investigador logra fotografiar el fondo del mar. Allí encuentra los restos de un submarino de donde salen unos organismos que devoran al mismo inventor. Más tarde otro biólogo querrá estudiar estas anomalías y se encontrará con un asesino más peligroso que los tiburones. Aquí, tras de no pocos sudores, conseguimos la democracia. Dijeron que éramos modélicos. Pasamos de la dictadura dura a la dictadura blanda ocupada por los herederos de Franco. Milagro español, digno de imitación. A los treinta años de aquello tenemos un país de pillos defraudadores, especialmente los de alto “standing”. El ciudadano se ha distanciado de los políticos por no saber resolverle la crisis, madre de todas las batallas, madre de casi seis millones de parados y del hundimiento del estado de bienestar. Pero he aquí que el populacho, harto de le quiten su dinero, cansado de tanta mentira gubernamental, se organiza como puede y se echa a la protesta callejera. Como pasa siempre algún grupo se excede o bien en las injurias o bien en los actos de ocupación, y entonces el gran poder se acuerda de los terroríficos incontrolados a los cuales compara con los nazis y con los comercios judíos. ¡Cielos, ya está aquí el tiburón blanco! La gente se asusta. Salen a relucir grandes palabros como anticonstituonal, antidemocrático, pero resulta que lo del tiburón blanco es una falacia. Hasta el momento, ningún responsable de las grandes estafas ha entrado en la cárcel.