La verdad de las mentiras: historia de un grifo 'almeriense'
Almería está llena de fábulas, por ejemplo la de Walt Disney, la pantera de Castala, el fantasma del Cervantes y ahora una escultura que nos robaron de Pisa y deprisa

Exposición en 2019 en el Museo Arqueológico de Madrid del grifo de Pisa con supuesto origen almeriense.
Cada territorio tiene sus cuentos y sus fábulas, sus mitos y sus pequeñas epopeyas que van inflándose más y más a cada salto de generación, como aquel William Wallace escocés que decían echaba fuego por la boca para matar ingleses. Otorga, en cierta forma, carné de pertenencia conocerlas, aunque se sepa -o se intuya si se tienen dos dedos de frente- que no aguantan la más mínima comprobación rigurosa o de sentido común. ¿No es la propia vida de Jesús (ahora que estamos en Santa Semana y que lo siguen 2.000 millones de personas en el mundo que dan por buenos unos evangelios que no aguantan un mínimo rigor de investigación científica) un escenario cuajado más de leyenda que de realidad? Convivimos con ellas, con esas narraciones locales que nos dan genuinidad desde la ingenuidad, las contamos a los que nos visitan con cierto orgullo, incluso acabamos por quererlas en su inverosimilitud o en su ausencia de demostración de veracidad (es cierto que no todo lo que no se puede demostrar no tiene por qué no poder ser real); Abundan, por tanto, en la provincia esos relatos tan poco verosímiles, con tanto tinte de patraña… pero, qué carajo, son los nuestros. No queremos renunciar a ellos, pero los contamos a los forasteros como el que les dice: “yo te hablo de cosas de Almería, pero es cosa tuya creértelas”. Ocurre con el supuesto origen mojaquero de Walt Disney: no hay ni una pista creíble que lo avale, tampoco lo contrario, pero por esa regla de tres también podría haber nacido, por ejemplo, en Burgos; ocurre con el simpático chisme del hermano almeriense de Burt Lancaster que puso de moda Tico Medina, que vivía, decían, en la Cruz de Caravaca; ocurre con los fantasmas del Teatro cervantes o con los fuegos de Laroya o con la pantera de Castala o con el tesoro de los Moros escondido bajo un barranco de Sorbas; la lista sería casi infinita.
Viene esto a cuento por una escultura en bronce, un grifo, ubicado en la Catedral de Pisa con un supuesto origen almeriense del que se hizo eco en 2019, cayendo en error, el que esto escribe, dando por buena la historia de este grifo a raíz de que fuera difundida su ascendencia andalusí en la Almería musulmana del siglo XI a través de una exposición celebrada en el Museo Arqueológico de Madrid, inaugurada por el entonces ministro de Cultura, el almeriense José Guirao. Allí estaba el grifo con una cartela donde se leía “Grifo pisano de figura mitológica con origen en la Almería andalusí”, certificando como cierta una fábula barruntada por un historiador poco pulcro. El grifo impostor ha vuelto hace unos días a la palestra a raíz de la moción defendida por el portavoz de Podemos en Almería, Alejandro Lorenzo, para recuperar la supuesta pieza almeriense. “Por justicia histórica y cultural”. Desde el Equipo de Gobierno, el concejal del ramo, Diego Cruz, contestó diciendo que se pedirá la repatriación del Grifo de Pisa si se certifica el saqueo de ese patrimonio almeriense. De la misma manera, el edil de Vox, Martín de los Reyes, alegó, con sorna, que desconocía la faceta de Indiana Jones del concejal podemita.
La verdadera historia del Grifo o al menos la que uno ha podido indagar es la siguiente: la pieza está, desde no se sabe cuándo a ciencia cierta, en el Museo de la Catedral de Pisa (Museo dell’Opera del Duomo) y hay una réplica de cemento, donde estuvo antes el original, coronando una columna frente a la propia catedral pisana. Hay múltiples interpretaciones sobre su origen -Denia, Mallorca, Mesopotamia, Túnez, Palermo- ninguna con sesgo concluyente. Sin embargo, una de las que ha arraigado, no se sabe muy bien por qué, fue la expuesta por el historiador, arqueólogo e ingeniero inglés Ugo Monneret de Villard (1881-1954) cuando escribió un artículo en una revista francesa en 1946 titulado ‘Le Chapiteau árabe de la Cathedrale de Pise’ donde dice: “Se debe considerar el grifo de Pisa como producido por el arte musulmán español y probablemente del famoso escultor andalusí Fath; bien se podría pensar que proviene del botín saqueado en Almería en 1089 por la flota pisana”. Villard no cita fuente ninguna y deja caer el origen almeriense como una conjetura. Pero la culpa no fue tanto suya como de los autores que sucesivamente se agarraron a esa teoría del grifo de origen almeriense con esa fe que a veces mueve montañas. Así lo hicieron sucesivamente historiadores medievalistas de alcurnia como el francés Pierre Guichard en uno de sus libros sobre Al Andalus de 1995; o David Abulafia, profesor de Historia Medieval en Cambridge, de origen sefardí, quien así lo sugirió en 1987; o el historiador alicantino Rafael Azuar Ruiz, quien en varios trabajos también da por bueno que el grifo pisano fue robado en Almería. La autora Anna Contadini es quien pone algo de cordura en este hilo de disparates continuados cuando contradice a Villard y dice que lo único cierto es que el primer documento que atestigua la presencia del grifo en Pisa se encuentra en las taraceas del coro de la Catedral realizadas a partir de 1493.
Del error -o ausencia de certeza- de Villard bebieron y volvieron a beber varios historiadores, hasta el propio Museo Arqueológico de Madrid y ahora un edil de la Plaza Vieja. Hay una prueba del algodón que echa por tierra el atribuido DNI almeriense del Grifo, por muy romántica y folletinesca que sea la historia: no hay ningún documento que avale que Almería fue saqueada por la armada pisana en 1089. En ese momento, Almería era una taifa gobernada por Almotacín, en vísperas ya de ser derrocado por los almorávides y no hay ningún autor que haya descrito un pretendido asalto pisano como sí ocurrió 58 años más tarde, en la conquista de Almería de 1147, con Alfonso VII a los mandos de una gran coalición.