La Voz de Almeria

Opinión

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Esta palabra suscita los sentimientos más encontrados entre las clases sociales. Para unos es el  último recurso alentado por los sindicatos como conciencia vigilante de los trabajadores. Para otros es perder jornadas en un tiempo de crisis que, en último análisis, no sirve para nada.  ¿Cuándo el capital no habrá dicho que la huelga no sirve para nada? De haberle hecho caso el trabajador aún estaríamos en la Edad Media. Precisamente la huelga nació como una herramienta asociativa para poner freno al poder omnímodo del patrón. Cuando se trata de una huelga general  la protesta es política y va dirigida al gobierno como garante de la situación y más si este gobierno se inclina preferentemente por el capital. Como poco la huelga sirve para que se entere el poder de lo que piensan los administrados. Pasa como en el sistema parlamentario. Muy poco se puede hacer contra un partido con mayoría absoluta. Sin embargo, los argumentos esgrimidos por la oposición hacen de pedagogo. Conducen de la mano al pueblo hacia la verdad, o cuando menos hacia el enriquecimiento de la misma mediante una visión y no ensimismada. La mejor prueba de la utilidad de la huelga la tenemos en la historia del trabajo. Ahora hablamos todos de desahucios, pero si a unos jóvenes no se le hubiera ocurrido oponerse a esa brutalidad bancaria,  basada    en una ley de l909, aún estarían los partidos mayoritarios en babia. Menos mal que éstos despertaron aunque sea porque el problema ya es un clamor.   Esta mañana la huelga sacará a la calle una rozagante clámide multicolor. Unos dirán que son pocos, otros muchos, pero las cifras no podrán ocultar que el pueblo se manifieste en paz. Los verdaderos resultados se verán más tarde.


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