El decisivo momento por el que atraviesa España invita, desde el sentido común, a buscar la  unidad y a luchar todos juntos para demostrar a Europa y al mundo entero que somos capaces de cumplir con nuestros objetivos y de hacer lo que se tiene que hacer para salir de la crisis. Y al hablar de unidad no me refiero únicamente a las dificultades que añaden a la situación los planteamientos irresponsables de algunos partidos separatistas. Me fijo también en el papel calculadamente ambiguo que está jugando el PSOE, que busca en la situación económica un arma arrojadiza contra el Gobierno de Mariano Rajoy. Pero lo que nadie puede olvidar es que el PSOE gobernaba en España hasta hace unos meses y nos dejó un déficit de 90.000 millones y una deuda exterior de casi un billón de euros. Esto no son opiniones políticas, sino datos contables. Por lo tanto, lo que debería hacer el Partido Socialista -que incluye la “E” de Español en sus siglas- es hacer sus deberes, cumplir sus obligaciones con responsabilidad y arrimar el hombro y ayudar a España a salir de la crisis. Ante este panorama, creo que es el momento de decir alto y claro, con serenidad y sin aspavientos, que de la crisis saldremos todos juntos, o no saldremos nunca. Por lo tanto no conviene dejarse seducir por ocurrencias secesionistas o proyectos tan disparatados como sugerir la ruptura de la unidad de España, porque esa no es la solución. España no es el problema, ni tampoco es el enemigo. Todo lo contrario. Permanecer al margen de España y, por tanto, de Europa, no puede ser la solución a los problemas de Cataluña o de cualquier otra comunidad española. Cuando trabajamos juntos, los españoles somos más fuertes, más capaces y más eficientes. Por eso es un disparate colosal, como señalaba recientemente el presidente Rajoy, pretender separar Cataluña o cualquier otra comunidad del conjunto de la nación española. Y es que del mismo modo que España no se puede entender sin las aportaciones históricas, económicas, culturales y afectivas de Cataluña, Cataluña no puede entenderse fuera de su estrechísima vinculación e imbricación en el conjunto de España. Por lo tanto no es momento de aventuras, de fantasías o de globos sonda. Es el momento de mirar con determinación y coraje a los problemas a los que nos enfrentamos y actuar con responsabilidad y sentido común dentro de nuestras competencias, en aquello que hagamos. Y los políticos que hemos jurado guardar la Constitución sabemos muy bien que fuera de la Carta Magna nada puede tener cabida y que las aspiraciones independentistas no tienen acomodo en nuestro ordenamiento y que son, por tanto, inconstitucionales. Creo que los representantes políticos debemos tener un plus de responsabilidad y pensar  muy bien lo que hacemos, lo que decimos y también adónde vamos. Sobre todo en algunas cuestiones tan relevantes como una posible ruptura de la unidad de España. Por eso, cuando los acontecimientos exceden las previsiones, y si las cosas se van de las manos, como está sucediendo en algunas comunidades a la hora de afrontar la cuestión territorial, es importante saber parar a tiempo y no dejarse arrastrar por los acontecimientos.