¡Que se jodan!
¡Que se jodan!
Acabo de ver sobreimpresa en la pantalla de la tele esta frase inmortal. Al parecer se le atribuye a Fabra, un político de la derecha más inmovilista y rancia. La pronunció como un sospechoso desahogo del vientre mientras Rajoy estaba dando a conocer las medidas restrictivas contra los parados.
El otro día hablábamos aquí de los dinosaurios. Nombré solo uno y afirmé que había muchos más dentro del parque jurásico del partido gobernante. Siguiendo, pues, la lógica interna del discurso "fabriano" se supone que quienes debemos jodernos somos todos los españoles que no vivimos de la política, o sea, mineros, funcionarios, pensionistas, dependientes, pescadores, jóvenes desempleados, médicos, investigadores, y todos los engañados que ha ido dejando Rajoy en el camino desde las elecciones generales. Este cacique, genio de la salvación reformista, se ha dejado caer con un a mi qué, yo tengo asegurado el fin de mes.
El Rey acaba de decir en Consejo de Ministros (una astucia más de Rajoy para diluir su responsabilidad) que nadie debe quedar excluído de la recuperación. Pues bien, da miedo profundizar en el significado de esta frase de Fabra. Parece aludir a que si él fuera presidente del Gobierno se acabarían las manifestaciones de los desencantados que ponen la calle perdida de pancartas y gritos masónicos. Cuánta falta nos está haciendo don Francisco, piensa Fabra, mientras se come un solomillo más grande que el báculo de un arzobispo.