La Voz de Almeria

Opinión

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En aquellos lejanos tiempos de mi niñez, oía a las personas mayores quejarse del incumplimiento de aquellos que faltaban a su palabra. Eran censurados y repudiados por la sociedad de aquella época de ayer que consideraba que su palabra era tan válida como la de un notario.


Mucho más grave es faltar al juramento que de ordinario oímos y vemos pronunciar, sobre todo a los políticos que, con la mano en la Biblia juran de forma descarada lo que casi nunca cumplen, lo que constituye falta imperdonable y a los cuales se les puede llamar perjuros, adjetivo este de lo más despreciable entre los seres humanos. ¿El honor no existe?, claro que si pero, por lo visto, este sentimiento sólido y hermoso solo es potestad de unos pocos, que en medio del torbellino de este mundo logran mantener con firmeza. Hay juramentos que solo conciernen al alma de los enamorados y que pueden producir heridas muy dolorosas entre ellos. Son aquellos que pronuncian personas, que después de profundizar en el corazón del ser supuestamente amado, usan expresiones que solamente deberían emplear los convencidos: “Te juro que nuestro amor perdurará más allá de la muerte, que es fuerte y hermoso como un amanecer junto al mar y que procuraré aumentar esta llama que me consume“. Muchas de estas promesas no se cumplen. Las rutinas y vicisitudes de la vida no pueden ser excusa, es sencillamente que uno de la pareja no obró sinceramente.


El prometer y no cumplir es algo que de alguna manera hemos hechos todos, o casi todos, en nuestra juventud; supongo que en la actual será común. ¿Quienes no prometen endulzar con aquello de “vas a vivir conmigo como una reina?”. La peor de las promesas rotas es aquella en que se ven involucrados niños y viejos. Los primeros confían ingenuamente en que se hagan realidad sus sueños. Romper estas promesas es destrozar sus ilusiones. El niño olvida y vuelve a sonreír ante cualquier perspectiva que le brinde su mundo azul. El viejo no olvida. Si le hicieron una promesa y ésta no fue cumplida “su corazón, ya terciopelo ajado“ se resiste al perdón.


El sonido del teléfono, cuando ya casi he acabado el artículo, me recuerda que debo felicitar a Carmen Alcalde Carbajo por el estreno de su obra, a Mari Luz Segovia por su infatigable quehacer al frente de la Asociación Cultural “Celia Viñas y a Pilar Pérez cuyos versos son el perfecto colofón. “Aquella tarde ¿recuerdas? /platicábamos los dos / bajo el pino de la sierra. / Y las cuentas no salieron / y aquellas nuestras palabras / por las nieblas se perdieron”.


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