Secretos soterrados
Secretos soterrados
Dos senadores de Almería, Eugenio Gonzálvez (PP) y Juan Carlos Pérez Navas (PSOE), debatieron sobre el soterramiento. Yo estuve allí y gracias a la gresca –se tiraron los trastos dialécticos a la cabeza– sabemos más sobre lo que se está cociendo en las entretelas de una obra cifrada en 56 millones de euros, que son 9.312 millones de las antiguas pesetas. Yo ya prefiero ir hablando en pesetas, que es como se entiende la gente corriente.
Gonzálvez y Navas se revelaron como buenos oradores y defendieron con muy buena cabeza sus posturas. No llegaron a un acuerdo, era obvio, pero afloró un dato: traer el AVE a Almería y soterrar las vías para descargar mineral cuesta 950 millones de euros (157.985 millones de pesetas), de los cuales ya se han invertido 450 (74.835 millones de pesetas).
El cálculo es simple, al alcance de cualquier mortal: en Almería trabajan 240.000 personas y están en paro 120.000. Y hay 340.000 jubilados y niños, a ver si esta pirámide económica aguanta 700.000 habitantes. Aún siendo la provincia andaluza con mayor tasa de actividad, somos la tercera con más porcentaje de parados. Y el Estado ha invertido en infraestructuras ferroviarias para Almería un total de 623.000 euros por parado (103 millones de pesetas por desempleado). El problema, claro, es que los parados siguen en el paro y el AVE en Valencia. Ahora discuten por otros 9.312 millones, 77.600 euros por parado, casi 13 millones de pesetas.
A poco que esté uno ojo avizor, el debate en el Senado fue muy fructífero, pues toda esta fiesta no la pagan ni los partidos, ni los sindicatos, ni la corona, ni la corina. El dinero sale de nuestro IVA, nuestro IRPF, nuestro IBI y nuestro etcétera. El Gobierno y la oposición, aunque discreparon en la moción, coinciden en algo: el desempleo se acaba con obras. Pero si ya han costado 103 millones de pesetas por parado y se prepara otra descarga de 13 millones más… ¿cuántos desempleados informáticos, médicos, profesores, periodistas y licenciados se salvarán por el soterramiento? ¿cuántos técnicos? Me temo que muy pocos, casi tan pocos como constructoras elevarán su cuenta de resultados con la elefantiásica inversión. La elefantiásis, ya saben, es hoy la enfermedad nacional y no hace falta ir a Bostwana para diagnosticarla. Como me decía un alto cargo del Estado, hay que ayudar a la Casa Real, pero ésta pone muy poco de su parte.
En los países desarrollados ya hace tiempo que se abandonó la obra pública como freno al paro y se prefirió la inversión en tecnología, formación y emprendimiento. Pero los partidos han caído en manos de las constructoras, éstas en los bancos y así no hay manera.
En Japón, por ejemplo, ningún político presenta ya en sus programas obras públicas porque no lo votan. Se invierte en los parados, autónomos y emprendedores, porque el 95% del tejido empresarial de un país es pyme. Y luego se organizan y coordinan entre sí para hacerse más fuertes, tecnológicos y exportadores, y en esto la agricultura almeriense ha sido y es ejemplar.
Al debate del Senado miró mucha gente en Madrid. En el PP Juanjo Matarí me advirtió de su transcendencia, Rafa Hernando lo observó de reojo en el debate sobre el estado de la nación y Jesús Caicedo ya lo protagonizó en su día en el Congreso aunque esta semana le dedicó su horario laboral a la niña de Vícar que va a promover un cambio legislativo nacional para que los hijos de la violencia de género cobren la pensión de orfandad completa y no al 50%.
No lo siguió la macaelense Carmen Navarro (PP), la única diputada que carece de email en su página del Congreso, aunque al menos sepamos su dedicación inmobiliaria: tiene dos pisos, un local y un BMW. Tampoco Mar Agüero, que por fin ya ha salido del hospital, y Rosario Soto, que sigue de baja por maternidad. Y de la oposición, la socialista Consuelo Rumí me consta que estuvo al tanto pero a Gracia Fernández este asunto le coge algo lejano, tanto como a Fuensanta Coves. Están recién aterrizadas y viven todavía en el limbo que son las cámaras para quien quiera pasar desapercibido.
Gonzálvez y Navas, quizás sin saberlo, afloraron el verdadero debate sobre el soterramiento en el Senado. Tengo para mí que el senador Luis Rogelio es el único que lo tiene claro y no quiere enfangar de nuevo la ciudad con más obras y ruidos, porque al final son los alcaldes los que pagan el pato de todos estos desmanes que tienen a los ciudadanos en permanente estado de cabreo. Los hechos vienen a darle la razón. Pero en secreto.