Mientras tanto
Seguramente, y en conjunto, el año 2020 ha sido uno de los peores que nos ha tocado vivir. Cierto es que la grave situación, que hemos sobrellevado como hemos podido, ha afectado de manera desigual a territorios, personas, familias e incluso sectores sociales, pero creo que prácticamente nadie ha sido ajeno a sus negativos efectos. Aunque todavía nos falte perspectiva histórica, podemos aventurar que será una de las épocas de mayor retroceso que hayamos experimentado desde el fin de nuestra última guerra civil.
Se trata de una situación mundial, generada inicialmente por una pandemia de dimensiones bíblicas, ajena a nuestro devenir como sociedad y que asola a prácticamente toda la humanidad pero que, por desgracia, en nuestro país tiene unas características especialmente dramáticas debido al hecho de que apenas habíamos iniciado la recuperación de una crisis anterior de efectos devastadores. A ello se une el que nuestra clase dirigente no encuentra la forma de articular una respuesta coordinada para encarar los retos derivados de esta situación, lo cual sin duda alguna agrava sus consecuencias.
Y todo ello enmarcado en un nuevo enfrentamiento ocasionado por una inoportuna estrategia de jaque mate de un sector que busca sustituir el antiguo, mejorable pero no por ello menos útil, estado centralizado por varias taifas, ahora denominadas de otra forma. Un anhelo sin duda alguno legítimo, pero que en este momento no es la prioridad para gran parte de la población.
Flaco favor se está haciendo a las generaciones que están incorporándose a la vida adulta. No solo se le niega el natural acceso al mercado de trabajo, a la vivienda y a unas condiciones de vida equiparables a las de sus mayores, sino que ahora también se les amenaza con barrenar una de las pocas bazas que les quedan, como es la de un estado democrático liberal con un cierto nivel de bienestar social enmarcado en unas instituciones supranacionales europeas.
Durante todo este proceso que estamos viviendo, me viene a la cabeza la comparación que hacen algunos de la pandemia con un episodio bélico. Y, a renglón seguido, el tópico de que si quieres ganar una guerra debes buscar oficiales alemanes y soldados españoles. Para este conflicto, está claro que no tenemos herederos de Clausewitz, pero si unos agentes sociales de primer orden, en mi opinión equiparables a las sociedades escandinavas o neozelandesa. Y modestamente apuesto por poner esto en valor a la hora de gestionar el nuevo Plan Marshall del que, al contrario que tras nuestra guerra civil, esta vez sí que vamos a tener la suerte de beneficiarnos en forma de fondos europeos.
Y si se me permite, en el caso concreto de la provincia de Almería, aunque es cierto que hemos hecho justa gala de haber alcanzado un notable desarrollo basado en la iniciativa privada, haríamos bien en no olvidar que en los orígenes hubo una actuación previa de colonización promovida con fondos públicos que, incluso según dicen los expertos, en su momento recibió aportaciones económicas y equipamiento fruto de un acuerdo internacional. Creo que sería interesante no perder de vista que las ayudas europeas nos pueden impulsar para dar un nuevo salto cualitativo que nos permita no solo mantener nuestras actuales conquistas socioeconómicas, sino continuar avanzando en los retos que nos presenta el siglo XXI. Está claro que, mientras ese momento llegue, tenemos mucho por hacer.