La Voz de Almeria

Opinión

Jose Fernández
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La gran paradoja del todavía presidente Sánchez es que, después de llegar al poder enarbolando una tesis falsa, podría salir de él convertido en objeto de una tesis sobre el uso de la mentira como herramienta política. Eso sí que sería un ejemplo de justicia poética. No digo yo que eso vaya a pasar, ni tampoco parecen decirlo las encuestas, pero ya sabemos que las previsiones electorales gozan en España de un nivel de fiabilidad sobre el que podrían hablar largo y tendido muchos ex mandatarios y ex mandatarias que han hecho campañas arrullados por las mieles demoscópicas y las han terminado escaldados como el gato. Mark Twain decía que la diferencia entre un gato y un mentiroso era que el gato apenas tenía nueve vidas. Pero al margen de la retranca del padre de Huckelberry Finn, lo de Sánchez ha alcanzado ya un nivel a mitad de camino entre el relato y el diagnóstico. Y es que a este hombre le pasa algo. No es normal que un presidente de gobierno tenga el cuajo de mentir con tanto aplomo en un debate que está viendo toda España intentando hacer pasar por un documento oficial de la Junta de Andalucía la carta de un particular. Pues no sólo hizo exactamente eso, sino que además mandó salir después al ministro Abalos para que confirmase que, efectivamente, lo que había sacado el candidato Sánchez no era un documento oficial, sino una carta. De ahí que mi duda sea saber si lo que tiene el Dr. Fraude es una actitud o una dolencia. Pero patológico o no, ser mentiroso incapacita fulminantemente a cualquiera para un cargo como el de Presidente de Gobierno. Sumen al numerito del papel reconocidamente falso el no menos impresentable asunto de la tesis y piensen: ¿está diciendo la verdad Sánchez cuando asegura que no permitirá la independencia de Cataluña? ¿Ha dicho Sánchez alguna verdad? El domingo pueden responderse ustedes mismos estas preguntas. 

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