Los cuatro esclarecidos que estábamos dando vueltas a lo que había querido decir la candidata socialista, Adriana Valverde, cuando leyó ese relato corto sobre un proyecto para Almería sospechosamente parecido a una promoción inmobiliaria, -lo de “Puerta del Mediterráneo” tiene un indudable aire a residencial costero- tuvimos ayer en las páginas de LA VOZ DE ALMERIA una respuesta clara a nuestros desvelos. Uno había relacionado siempre la vocación mediterránea de nuestra ciudad con las memorias del joven Rafael Alberti sobre los terraos ocres de la Almería anterior a la Guerra y sus horizontes azules teñidos del calor blanco de la cal. El sol, la sal y todo el folclore propio de las arboledas perdidas, etcétera.

Pero no va por ahí la cosa que leyó la candidata, porque ayer decía en unas declaraciones que confirman su vocación de rayo incesante que ella está ofreciendo a los almerienses “un modelo de ciudad socialista”. Así, tal cual. Es decir, que la puerta de su mediterráneo está lejos de ese Atlántico tan mediterráneo que es el Puerto de Santamaría del poeta, y más cerca del Mar Negro en donde veraneaba la élite soviética de Stalin, ese pedazo de demócrata al que tantos versos dedicó. Por allí deben quedar sólidas muestras de lo que supone poner el hormigón al servicio de la ideología, que es lo mismo que quizás esté pensando la siempre sorprendente señora Valverde, que debería explicar si en su modelo de ciudad socialista tendrían cabida los almerienses que consideren que el socialismo no ha traído más que problemas a los países y ciudades que lo han puesto en práctica.

A lo mejor convendría que alguien le recordase que el modelo de ciudad socialista que el PSOE puso en marcha aquí dejó tan imborrables recuerdos entre los almerienses que cada vez que han tenido una urna cerca en los últimos quince años han impedido que lo vuelvan a reactivar.

Así que ya saben: Sebastopol, La Habana, Pionyang y Almería, con Adriana Tours.