En alguna noche propicia y ante alguna barra amiga, a los perros viejos del oficio nos apetece volver a los debates sobre el principio y el fin de este trabajo de contar las cosas que pasan. Y una vez más, apenas si nos podemos de acuerdo en que, a estas alturas, la única noticia que no hemos dado nunca es la del tipo que muerde al perro, que es lo que nos enseñaban a la hora de distinguir lo que es o no es noticia. Supongo que por eso hay quien considera noticia que el Barranco Caballar, en la Chanca, vuelva a acumular toneladas de basura, mientras que otros creemos que la repetición del hecho sitúa la noticia no en el desenlace, sino en el origen del mismo.

¿Cómo es que ese barranco, que cada cierto tiempo ha de ser limpiado con palas excavadoras, ha vuelto a llenarse de basura? Y ahí entra otro de los clásicos de los redactores concienciados: la no criminalización de colectivos y barrios. Es decir, que debemos establecer una elipsis en el relato y partir de la premisa de que la basura llega al barranco por generación espontánea o porque -establezcamos una hipótesis que exonere al entorno- grupos de vecinos insolidarios de Ruescas -por decir un sitio- acuden al barranco cada noche a arrojar allí sus detritus y algún que otro electrodoméstico viejo. De ese modo tendremos un barranco lleno otra vez de basura, unos vecinos indignados y un Ayuntamiento inútil: las tres patas perfectas para el banquete informativo. Ahora bien, ¿es un exceso periodístico decir que las lavadoras no caen del cielo? ¿Se rompe alguna regla deontológica por decir que hay vecinos impermeables a los usos básicos de la convivencia?La salida más fácil es que los inútiles del Ayuntamiento limpien el barranco otra vez, claro. Y por supuesto, pedir otra.